[escepticos] OT: Tolkien

[Francisco Mercader]

[Juan Juan]
Hombre, tampoco es eso, pero se lleva siglos, desde que se teoriza con 
las artes, sobre si estas son genio innato u oficio, o una combinación 
de las dos y en qué proporciones. Así que no creo que de esta lista, 
pese a su indudable nivel, salga una respuesta definitiva.Recuerdo al 
Agujetas, gran cantaor flamenco, que decía que para cantar flamenco 
hay que ser analfabeto, porque a poca cultura que se tuviera, 
cualquier tipo de aprendizaje hacía que se perdiera el sentimiento 
necesario.

[Mercader]
Bueno; el Agujetas, como la docena escasa  de artistas  innatos,  son 
excepciones que, en virtud de su escasez,  no  dicen nada acerca de la 
discusión  sobre qué es mejor, si las condiciones o el oficio.  Yo 
creo firmemente que a las condiciones innatas,  les viene muy bien el 
regalo de la preparación técnica, aunque los tres o cuatro sujetos de 
esta lista que tienen el feo vicio de poner en boca de los demás lo 
que nunca han dicho, me atribuyan que soy partidario de no ir a un 
conservatorio, porque se estropea la creatividad.
En el fondo de la discusión  se percibe algo que yo he experimentado 
durante mi vida por los escenarios: el enfrentamiento, nada 
disimulado, de los músicos académicos contra a los músicos que, 
careciendo de preparación, tenían que suplirla a medias con su 
intuición.  Pero  es que la preparación técnica ha enmascarado 
muchísimas veces  la circunstancia de que debajo de esa preparación 
sólo había un ladrillo  en lugar de un artista.  Y sin embargo, todos 
conocemos una larga  lista de artistas populares  que  han sabido 
llegar a la sensibilidad de los oyentes sin  haber pasado por un 
conservatorio. Os evito poner aquí una lista  porque sería demasiado 
larga.  No hay más que escuchar cualquier obra contemporánea  en la 
que intervengan instrumentos de percusión  para darse cuenta de que 
los compositores clásicos se han metido en un berenjenal del que no 
saben salir dignamente y que ya está trillado sobradamente por los 
músicos populares.  Cuando una simple tonadillera, Rocío Jurado, puso 
su voz en la Canción del Molinero, de Falla, todo el mundo con un 
átomo de sensibilidad artística  no pudo concebir cómo hasta ese 
momento habían podido escuchar a sopranos consagradas como la Caballé, 
y conformarse con sus gritos acartonados.  O cómo cuando Paco de Lucía 
se atrevió con el Concierto de Aranjuez,  se dió uno  cuenta de lo 
reumáticos que parecían los rasgueados de Sainz de la Maza o de Yepes.
Saludos.
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