[escepticos] Re[6]: Detectores /y 2

jmbello jmbello en mundo-r.com
Mie Ene 23 01:44:25 WET 2008


Hello Jose-Luis,

Wednesday, January 23, 2008, 12:56:14 AM, you wrote:

JLM> Se me ha olvidado añadir que cuando dije que lo que se debería hacer
JLM> era demoler los restos (una vez hubieran acabado los arqueólogos), se
JLM> me contestó que no teníamos derecho a destruir el legado de  
JLM> generaciones anteriores. A mi objeción de que ya estaban destruidos,
JLM> se me contestaba con el incalculable valor de los restos. Cuando
JLM> contraatacaba diciendo que si eran tan valiosos por qué enterrarlos,
JLM> se me decía que una cosa era no tener derecho a destruirlos y otra el
JLM> condicionar toda la ciudad moderna por su causa... o sea,  
JLM> sacralización del pedrusco, falsa cultura. Parece que en ese ámbito
JLM> el escepticismo también tiene mucho que decir, pero no se suele tener
JLM> en cuenta, quizá por el miedo a que nos metan en el mismo saco de los
JLM> especuladores y de los constructores sin escrúpulos que destruyen los
JLM> restos que encuentran.

Muy de acuerdo con lo que dices, y no creas que es contradictorio con
lo que dije en el mensaje anterior. Insisto en que las consideraciones
de aquél sólo valían si los restos eran excepcionales (por su escasez,
por tratarse de estructuras urbanas complejas relativamente bien
conservadas, o sobre todo si se dan ambas a la vez), no si se trataba
de lo habitual: restos de muros fragmentarios y aislados, difícilmente
relacionables con otras estructuras, pertenecientes a períodos
sobradamente conocidos, etc.

Con ambas cosas me vi en mi ejercicio profesional, hace ya bastantes
años. En una excavación de un aparcamiento subterráneo, vigilada
porque era previsible la aparición de restos romanos, aparecieron los
restos de una cabaña de época romana sobre playa. No llegaba a estar
la cabaña completa, sino los restos de dos de sus muros, de unos 4 m
de longitud uno y de unos 2 m otro, en ángulo recto, y de unos 50 cm
de altura. Eran muretes de mala mampostería, que en nada se
diferenciaban de cualquier construcción popular actual de escasa
calidad. No era posible dejarlos visibles dentro del aparcamiento
porque estaban muy superficiales: quedarían sobreelevados, fuera del
alcance de la vista del caminante, a unos 30 cm por debajo de la placa
de forjado. Tampoco tenía sentido llevarlos a otro lugar, por su
escasa envergadura y su falta de definición. Todo lo de su alrededor
había sido destruído por las murallas levantadas en el siglo XVIII (lo
que quedaba se había salvado de chiripa porque ocupaba el lugar del
foso entre la contraguardia y el camino cubierto de infantería). Eran
dos muros indefinidos e indefinibles (salvo por el contexto
estratigráfico, pero ése ya estaba excavado) y sin relación con
cualquier otra construcción. Mi informe, que por supuesto causó
escándalo entre los más puritanos, fue de que una vez terminado el
estudio se los podían llevar por delante sin mayor complicación.

Unos meses más tarde, en otra ciudad, al vaciar un solar del centro de
unos 300 m2 de superficie, y a casi cuatro metros de profundidad,
apareció una completa estructura urbana: una casa romana que se abría
a una calzada. La casa era de órdago, muy destruída en altura, pero de
órdago: entrada con piedra de base de la puerta y una basa de columna
a cada lado, pasillo central pavimentado con grandes ladrillos, y una
estancia a cada lado, cada una con su correspondiente mosaico,
figurado uno, geométrico el otro. Había alguna habitación pequeña más,
de tamaño como de almacenillo, pavimentadas también con ladrillos. La
puerta daba a la calzada, de la que se conservaba el pavimento de
piedras, y bajo ella una cloaca por la que podías caminar agachado. Y
todo ello a casi cuatro metros de profundidad, lo que permitía su
conservación y su exhibición pública sin más que dedicar el sótano
para ello, suprimiendo el garaje proyectado, pero sin que forzase a
ninguna modificación del resto del edificio que se quería construir.
Habría que comprar el sótano, o indemnizar al propietario de la forma
que se pactase, y la ciudad contaría con un precioso museo pequeñito y
atractivo para visitar en medio del paseo con muy poco aporte de
tiempo, y además en medio de la ciudad. A mí me pareció un lujo, y un
lugar que podría tener un atractivo turístico indudable. Mi informe,
lógicamente, fue de que se debía conservar a toda costa. Eran otros
tiempos. No sé la marca del coche que hoy pernocta donde antes hubo
una vivienda romana. Los mosaicos están en un museo, y su instalación
fue inaugurada por la infanta ésa que se acaba de separar del marido.

Hoy musealizan cosas de envergadura mucho menor. Diga lo que diga el
tango, veinte años no pasan en balde. En asuntos de Patrimonio, para
bien.

Saludos

JM

PS: Se me olvidaba tu argumento central, con el que estoy de acuerdo.
Los mecanismos de sacralización de los objetos son muchos, pero hay
dos cualidades que consagran de forma irremediable: grande y
enterrado. Aunque sea una mierda, si es grande y estaba bajo tierra,
sacralización segura.

Me pido de monaguillo, a ser posible el que lleva el incensario, que
por lo menos se entretiene. En su defecto, el del hisopo, que puede
hacer alguna judiada disimuladamente :-)




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