[escepticos] El tema Navarro

Mr Reivaj mrreivaj en gmail.com
Mar Abr 10 11:30:28 WEST 2012


El día 10 de abril de 2012 11:54, JOSE LUIS FERREIRA
<jlferr en eco.uc3m.es> escribió:

>
> ¿Entonces lo del convenio no importa tanto porque luego se renegocian las cosas?
>-------
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> ¿Es un convenio a nivel de todo el mundo mejor? ¿A nivel de Europa?
> ¿De país? ¿De provincia? ¿De empresa?
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> Parece que España, con el contrato de 45 días de indemnización (solo
> para unos pocos, claro), el convenio a nivel nacional y otras medidas
> era el paraíso de los trabajadores.
-------
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> De nuevo hay que ver todos los datos, no solo el "a mí me funciona o
> mi experiencia me dice".

 [MR] Con permiso, una pequeña aportación....algunos datos.... ejem,..(*)

En España –al igual que había sucedido en diversos países que se
industrializaron primero– el panorama que se presentó a la naciente
clase obrera no pudo ser más tétrico: trabajo en pésimas condiciones,
jornadas agotadoras, carencia absoluta de legislación laboral,
etcétera. Es decir, una explotación total, a base de la cual fue
posible la expansión y prosperidad de la burguesía empresarial. El
movimiento obrero surge cuando esta clase obrera inició acciones de
lucha contra la explotación de que era objeto.

Las primeras acciones obreras tuvieron lugar en Barcelona en 1823,
cuando –según la prensa de la época– «grupos de sediciosos saquearon
los almacenes de los hacendados y de los comerciantes». Surgieron así
enfrentamientos entre obreros y patronos, de nuevo en 1827 y 1831, con
motivo de los salarios del tiraje de piezas textiles.

Génesis del Asociacionismo obrero: El más lejano precedente del
sindicalismo en España, es el acuerdo de 2 de julio de 1834, entre los
industriales y jóvenes obreros que fija en 33 canas la longitud de la
pieza. El 6 de agosto de 1835, la fábrica de telas «Bonaplata y
Compañía» y «El vapor» fueron incendiadas en Barcelona. Al día
siguiente fue ejecutado el obrero Pardiñas, como presunto autor del
incendio, y el 11 de agosto tres obreros más. A partir de 1838 los
obreros comenzaron a asociarse y acudieron al Capitán General de
Cataluña, barón de Meer, representante de la Comisión de Fábricas,
pidiéndole autorización para asociarse. Los patronos estaban asociados
desde 1833 en dicha Comisión de Fábrica, empero los obreros no
obtuvieron la autorización solicitada.

La legalización de las primeras asociaciones obreras. EL 28 de febrero
de 1839, el Gobierno concedió la autorización de sociedades
mutualistas y cooperativas, aunque dejaba a los dirigentes políticos
regionales su reconocimiento. Se fundó, en 1839, una «Sociedad de
Tejedores del algodón», no tolerada. El 17 de marzo de 1840, bajo la
inspiración del tejedor Juan Munts, se fundó la «Asociación mutua de
obreros de la industria algodonera». Ambas asociaciones, en realidad
eran la misma con dos caras. La primera –La «Sociedad de Tejedores del
algodón»– efectuaba la resistencia activa; la segunda era una pura
mutualidad. Se apoyaba en el Decreto de 1839, como fueron reconocidas
por el Gobierno Civil que el 25 de mayo de 1840 prohibió las reuniones
obreras fomentadoras del asociacionismo.

Funcionamiento clandestino: Sin embargo continuaron su actividad las
Asociaciones obreras clandestinamente y obligaran a la patronal a
reunirse con los representantes obreros en un Comité paritario. El 6
de enero de 1841, el Regente, general Espartero, a instancia de los
patrones catalanes, disolvió las asociaciones obreras. Los obreros
continuaron actuando en la clandestinidad, hasta que las autoridades
catalanas publicaron un Decreto autorizando las sociedades mutualistas
de los trabajadores. Empero, el 9 de diciembre de 1841, el Gobierno
dictó una segunda orden de disolución de la «Sociedad de Tejedores del
algodón». De la firme resolución de los trabajadores es buena muestra,
el Manifiesto que se publicó contra esta segunda disolución:
«Tejedores y demás jornaleros asociados, no os dejéis sorprender.
Nuestra Asociación no necesita de la aprobación ni de la reprobación
de nadie; con los derechos que nos concede la naturaleza y la ley,
tenemos bastante, y los que digan lo contrario son los perturbadores.
Por consiguiente, nuestra asociación es un acto voluntario y recíproco
que no está sujeto a disolución. Mucha firmeza y mucho silencio es lo
que debemos guardar y vengan decretos.»

1842: Los acontecimientos revolucionarios de diciembre de 1842 dieron
pie a que el Gobernador Civil de Barcelona dictara una orden
disolviendo la «Sociedad de Tejedores», bajo cualquier modalidad o
denominación que presentara, fuera pública o clandestina». Esta
suspensión tampoco consiguió acabar con la asociación, cuyo núcleo
dirigente se respaldaba en la cooperativa creada «Compañía Fabril de
Tejedores de Algodón», en cuya dirección seguía Juan Munts. Sin
embargo, los sucesos de 1843, asestaron un golpe fatal a la asociación
y supusieron un debilitamiento del movimiento obrero que no volvió a
resurgir hasta 1854.

La lucha por el Derecho de Asociación: Esta lucha por el derecho de
asociación de la clase obrera, no sólo se dio en Barcelona sino en
toda la Cataluña textil. De 1844 a 1854, la actividad asociacionista
se desarrolló en plena clandestinidad y, a pesar de la represión,
continuaron los conflictos laborales, como lo demuestran las
circulares de los gobernadores civiles de 23 de febrero de 1850, la de
1851 y la resolución de 1853 prohibiendo las asociaciones obreras. En
1850, en Igualada, los tejedores a mano presentaron la primera
reivindicación colectiva a los patronos del gremio. En 1854 la
colocación de numerosas máquinas automáticas (selfacting) produjo
numerosas huelgas organizadas por Comisiones de Trabajadores. En 1854
apareció en Barcelona la primera Confederación de Sociedades Obreras
de España. Su denominación fue «Unión de clases».

La primera Huelga General en España: En 1855 comenzó la primera Huelga
General en España. La motivación fue la orden cursada por el Capitán
General, general Zapatero, el 24 de julio, disolviendo las
asociaciones obreras ilegales, y poniendo bajo el control militar
todas las asociaciones de socorros mutuos permitidas. Asimismo se
sometía a la ley marcial a «todo el que directa o indirectamente se
propasase a coartar la voluntad de otro para que abra sus fábricas o
concurra trabajar en ellas, si no accede a las exigencias que
colectivamente se pretenda imponer. La huelga general que duró del 2
de julio al 11 del mismo mes fue masivamente seguida. El lema de la
huelga era «asociación o muerte». Además de la libertad de asociación,
se pedía la reducción de la jornada de trabajo y el aumento del
salario. La «Unión de clases» publicó un Manifiesto en el que,
dirigiéndose a la clase obrera de Cataluña, se la exhortaba a sumarse
a la acción huelguística. Se envió una Comisión de Trabajadores a
Madrid para entrevistase con el Regente, general Espartero, y
conseguir el reconocimiento del derecho de asociación. El general
Espartero no recibió a la Comisión. Entretanto, en Barcelona, la
autoridad militar aplicaba severas sanciones: entre ellas, prisión,
deportación, castigos corporales, y amenazas de pena de muerte. El 8
de julio, la fragata «Julia» zarpó con rumbo a La Habana con 70
militantes obreros deportados. El día 9 de julio, Barcelona fue tomada
militarmente y el general Espartero envió a su ayudante, Sanabria, con
un documento lleno de vagas promesas. La huelga general se extinguió
el 11 de julio.

Se agudiza la reacción: Durante los Gobiernos de O'Donnel, Narváez y
González Bravo (de 1856 a 1868) se agudizó la reacción
contrarrevolucionaria. El 31 de abril de 1857 se prohibieron todas las
asociaciones obreras, incluso los montepíos. Pero el asociacionismo
obrero continuó su marcha en la clandestinidad. En esta época nació un
sindicalismo fuerte, constituido de abajo a arriba, de las
asociaciones de oficio a las uniones locales y de ésta a la federación
regional de clases. En 1858 una huelga de la fábrica «España
Industrial» fue reprimida duramente. No obstante, a partir de 1860, el
movimiento asociacionista volvió a adquirir vuelo y en 1861 el
gobierno dictó nuevamente disposiciones represivas.

Reflujo represivo: En los años 1864 a 1868, hubo una cierta tolerancia
gubernamental que permitió reconstruir las sociedades de resistencia
obrera. Así el 31 de diciembre de 1865 se celebró el Congreso Obrero
de Barcelona, al que acudieron 40 sociedades obreras catalanas y en el
que además de las sociedades de resistencia, acudieron a participar
asociaciones mutuas y cooperativas. El Congreso Obrero se pronunció a
favor de la libertad de asociación, por el principio de cooperación y
por la federación de las sociedades Obreras, respetando su autonomía
y, además, predominó en los participantes la tendencia a excluir la
participación del Estado en la cuestión social.

El Movimiento Obrero Campesino: Simultáneamente con el movimiento
obrero industrial, comenzó a desarrollarse, en algunas regiones
españolas, el movimiento obrero campesino. Su principal historiador
–Díaz del Moral– hablaba de «un socialismo indígena», en el campo
andaluz, y decía que «ese socialismo era una vaga tendencia de pobres
contra ricos. Socialismo vino a significar, para unos y para otros, el
reparto de la propiedad de los primeros entre los segundos. Ser
socialista valía tanto como aspirar al reparto. En ese sentido, se
puede hablar de movimiento obrero campesino en esa época, pues aunque
revueltas y sublevaciones campesinas ha habido muchas a lo largo de la
historia, sin embargo, a principios del siglo XIX tenían ya un cierto
sentido socialista».

Las Asociaciones Culturales Obreras: La difusión en España de las
ideas del Socialismo Utópico, tuvieron lugar a través de periódicos,
pero, sobre todo, a través de entidades de tipo cultural que fueron
surgiendo en este periodo. Y, entre ellas, destacó el «Ateneo Catalán
de la Clase Obrera», fundado en 1861 en Barcelona, dedicado a ilustrar
a los obreros, que primero estuvo dirigido por republicanos, y más
tarde, después de la Revolución de 1868, por los seguidores de la
Primera Internacional. En Madrid, la luego famosa institución cultural
obrera «Fomento de las Artes», comenzó en 1847, con el nombre de
«Velada de Artistas, Artesanos, Jornaleros, y Labradores». El primer
grupo de la Internacional madrileña se constituyó por obreros que
acudían a «Fomento de las Artes». Finalmente, otro influjo intelectual
se difundió entre los trabajadores que eran los clubs políticos de
carácter progresista y demócrata, a los que acudían militantes
obreros, principalmente en Madrid. Era la época en que los
trabajadores servían políticamente a los partidos republicanos
burgueses.
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(*) Pate de la intervención de José María Laso Prieto  (**) en una
sesión de la Escuela de Verano
de las Juventudes Comunistas de España en Junio de 2006
(**) http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Laso
-- 
Mr Reivaj
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