Re: [escepticos] Re: cuestión lingüística

Gerardo García-Trío esmegmo en yahoo.es
Mar Ene 16 00:22:25 WET 2007


Sobre esto escribió en diciembre Javier Marías:

http://www.javiermarias.es/2006/12/la-zona-fantasma-17-de-diciembre-de.html


Gerardo García-Trío San Martín
http://bajoelvolcan.blogspot.com

==

El texto, para los que prefieran leerlo aquí:

LA ZONA FANTASMA.
Narices con poco olfato
Sí, ya he hablado de esto numerosas veces, pero si
ellas insisten, también 
habrá que insistir en salirles al paso. En las últimas
semanas ha habido una 
enésima ofensiva contra la Real Academia y en general
contra la lengua 
española, por parte de la Directora del Instituto de
la Mujer, de dos 
"expertas" con "sus últimos trabajos en contra del
lenguaje sexista" (causa 
perplejidad que una de ellas sea nada menos que Decana
de una Facultad de 
Filosofía y Letras), y de una Consejera del Consejo
Consultivo de Andalucía, 
que además es profesora universitaria. Estas señoras
no proponen nada no 
oído ya mil veces: que se diga cada vez "los españoles
y las españolas", o 
quizá "la españolía", y "los niños y las niñas", o
bien "la infancia"; que 
prescindamos para siempre del uso del plural genérico,
porque cuando oyen o 
leen "todos", ellas no se sienten representadas, sino
excluidas y 
discriminadas; que se emplee "jueza", "cancillera",
"bedela", "gerenta" y me 
imagino que "jóvena", siguiendo a aquella pionera
creativa, Carmen Romero; 
que la Academia "articule medidas para incorporar a
más mujeres", dando por 
descontado que las académicas presentes y futuras
razonarían de manera tan 
ramplona como ellas por el mero hecho de ser mujeres
(eso sí que es sexismo 
a ultranza), y olvidando que fue María Moliner quien,
sin influencias 
varoniles, hizo el mejor diccionario de nuestra lengua
sin incurrir en 
desvaríos.

A las señoras Rosa Peris, Mercedes Bengoechea, Eulàlia
Lledó y Amparo 
Rubiales lo que les fastidia sobremanera es que esta
lengua sea romance o 
neolatina. Lo que en ella ocurre con el plural
genérico no es distinto de lo 
que ocurre en el francés y el italiano (y supongo que
en el catalán, el 
portugués, el gallego, el rumano) y ya ocurría en el
latín, por lo que 
deberían elevar sus quejas a las deidades romanas, o
en su defecto a Séneca, 
Horacio, Virgilio, Tácito, Tito Livio, Juvenal y
Ovidio. Pero es que además 
ese empeño que tantos tienen de imponernos el plural
repetido es demagógico 
y falso, porque nunca nadie lleva la fórmula -como
debería, para resultar 
sincero- hasta sus últimas consecuencias, ni continúa
toda su parrafada, por 
tanto, con el insoportable y lerdo uso doble: "Los
empleados y las empleadas 
madrileños y madrileñas están descontentos y
descontentas por haber sido 
instados e instadas, y aun obligados y obligadas, a
declararse católicos y 
católicas, o fielos y fielas a otros credos, o bien
agnósticos y agnósticas 
o incluso ateos y ateas". Nunca he oído a Ibarretxe,
por mencionar a un 
duplicante conspicuo, ser coherente con sus "vascos y
vascas" iniciales. Y 
no es de extrañar, porque si lo hiciera, como
pretenden estas señoras, a 
buenas horas iba nadie a escucharle. En cuanto a la
sustitución de "los 
niños" por "la infancia" y simplezas semejantes, iba a
quedar muy natural en 
frases como "la infancia es que es muy traviesa" o
"qué pesada se pone la 
infancia". Tienen sentido de la lengua estas damas,
sobre todo literario.

En su susceptibilidad extrema, ven machismo y sexismo
por doquier, hasta 
donde no lo hay. Si en español se dijera "juezo",
"cancillero", "bedelo", 
"gerento" o "jóveno", pase que se propiciaran sus
correspondientes en 
femenino; pero es que no se dice, y no habría ningún
problema, en 
consecuencia, en hablar de la juez, la canciller, la
bedel, la gerente o la 
joven. También exigen que el vocablo "miembro"
coexista con "miembra", sin 
darse cuenta, una vez más, de que hay términos
invariables que por su 
terminación en o o en a no indican género alguno.
Llevando hasta el final su 
razonamiento (es un decir), al tratarse de varones
habría que emplear 
"víctimo", "colego", "persono", "poeto", "preso del
pánico" y "mendo 
 lerendo", entre otros horrores. Y lo mismo con los
animales: a los varones 
no nos ofende decir "una tortuga macho", en vez de
convertir al pobre bicho 
en un "tortugo", y a sus colegas en "hienos", "focos",
"morsos", 
 "serpientos", "boos", "jirafos" y "zebros".

Pero lo más grave es la ignorancia de estas señoras
respecto a la función de 
la Academia, y el espíritu dictatorial que delatan. La
Academia no ordena ni 
impone ni exige: tan sólo orienta, sugiere,
recomienda, aconseja. No obliga, 
y la prueba la tenemos en las barbaridades que leemos
y oímos en la prensa a 
diario, sin que se multe a nadie por ello. El
Diccionario, a su vez, no 
dicta normas, sino que las recoge y las refleja. La
señora Rubiales, sin 
embargo, se pregunta en un artículo: "¿Tiene derecho
la RAE a denominar a 
las cosas de forma diferente de como lo hacen las
leyes y la realidad 
española?" La realidad es subjetiva y variada, así que
dejémosla, por 
inaprehensible. Lo que debería saber es que todos
tenemos derecho a 
denominar a las cosas como nos venga en gana, menos
las leyes, justamente. 
Ya es muy grave que en años recientes el Congreso se
haya permitido decretar 
cómo hemos de escribir La Coruña, Gerona o Lérida . en
castellano. Y sólo 
faltaría que por ley se nos dijera cómo hemos de
hablar, o con qué 
vocabulario. Nada de eso compete a ningún político,
por mucho que siempre 
quieran meter las narices en todo. Sería de agradecer
que tampoco las 
metieran mucho estas señoras con poco olfato.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 17 de diciembre de 2006 



		
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