[escepticos] crisis, what crisis?
Oldno7 (Guillermo Hernandez)
guillermo en QuerySoft.es
Jue Jul 12 14:13:18 WEST 2012
No recuerdop haberlo visto pasar por aqui, pero este texto de abril, de
Juan Ignacio Gironella me parece, hoy, lapidario en alguna de sus
afrimaciones:
Subrayo:
"Volviendo a la actividad docente, también tratábamos de explicar las
causas de las crisis económicas: carencia de materias primas, excesos de
oferta por sobreinversión, oleadas de nuevas tecnologías que provocaban
la obsolescencia del aparato productivo, inadecuación de la mano de
obra, falta de iniciativa empresarial,…. etc.
Lo paradójico es que ninguna de estas causas se adecúa a lo que está
pasando. Conocemos los orígenes de la crisis pero su permanencia se debe
a la caída de la demanda efectiva por depresión de las expectativas de
los inversores y consumidores, por la reducción de la capacidad de
comprar de estos últimos y por la inoperancia del sistema financiero.
Son factores que pueden ser corregidos a través del impulso de las
administraciones públicas Anunciar nuevos recortes no mejora,
evidentemente, las expectativas de inversores y consumidores ni el
funcionamiento del sistema financiero, cuya capacidad para abordar su
endeudamiento depende de la evolución de los negocios. Es lógico que las
reducciones del gasto público aumenten la prima de riesgo de la deuda,
tanto del sistema financiero como del Estado, ya que la garantía de su
devolución depende, fundamentalmente, de las previsiones sobre la
evolución del PIB.
La desconfianza de los mercados no se debe a la insuficiencia de las
medidas restrictivas que anuncian los presupuestos, sino, por el
contrario, a la percepción de que estas medidas suponen ahondar en la
depresión y, por tanto, a las dificultades para hacer frente a la deuda
en un escenario más crítico.
Por ello, no es fácil clasificar la actual crisis con los criterios que
utilizábamos en nuestros cursos. Si tuviéramos que asignarle un adjetivo
hablaríamos de crisis “deliberada”. Las autoridades europeas nos
mantienen deliberadamente en un escenario de paro, de inutilización del
aparato productivo, de recortes de las prestaciones sociales y todo ello
en aras de una pretendida austeridad, cuando este escenario, que
prescinde de médicos, profesores, investigadores, etc., es precisamente
el mayor derroche.
Y todo esto ¿porqué? Una característica esencial de esta crisis, a
diferencia de otras que hemos sufrido, es que ha desencadenado un
conglomerado de intereses que abogan por el mantenimiento de la recesión
en los países del sur de Europa. Se sienten cómodos en ella. Son
elementos que impiden la adopción de medidas para salir de la crisis.
Pongamos algunos ejemplos:
A.-La colocación de eurobonos por el Banco Central Europeo, empleando
los recursos obtenidos en la financiación a bajos tipos de interés de
los déficit públicos, acompañada, por supuesto, de una fiscalización
estricta de su utilización, reduciría el servicio de la deuda y
permitiría a los gobiernos impulsar la movilización de los recursos
productivos.
Sin embargo, eliminaría la especulación en torno a la deuda pública y
reduciría los beneficios de los operadores financieros. Es lógico que
estos se opongan con toda su capacidad de lobby.
B.-Un contexto de crisis como el que vivimos es el más adecuado para
imponer una reforma laboral que quiebre la fuerza de las centrales
sindicales y someta al mundo laboral.
C.-La pretendida austeridad es una magnifica coartada para reducir las
prestaciones sociales. Al fin y al cabo, estas prestaciones son el eje
de la redistribución de rentas por parte de estado. Y esta
redistribución es obviamente, de los ricos hacia los pobres. Eliminando
las prestaciones se elimina la redistribución."...
http://economistasfrentealacrisis.wordpress.com/2012/04/07/presupuestos-crisis-y-el-multiplicador-del-gasto/
Pego el texto completo:
Presupuestos: La Crisis y el Multiplicador del Gasto
Publicado el 07/04/2012
Juan Ignacio Bartolomé Gironella es miembro de Economistas Frente a la
Crisis.
Los economistas ortodoxos no salen de su asombro. No por la amplia
extensión de ideas heterodoxas (en situación de fuerte caída de la
demanda efectiva es necesario reducir el gasto publico) lo que podría
formar parte de una legitima controversia teórica, si no, sobre todo,
por la tozuda defensa de sus propuestas a pesar de que la realidad está
demostrando, contundentemente, las terribles consecuencias de la
política económica que resulta de su aplicación dogmática.
En economía, como en medicina, también hay curanderos que porfían en
tratamientos que empeoran la salud de su paciente. Son los heterodoxos,
los de los tratamientos alternativos que, seguros en su fe, cierran los
ojos ante la realidad. Justo lo contrario de lo que exige el método
científico, siempre tributario de la experiencia empírica.
En el curso introductorio a la macroeconomía, en primer año de la
licenciatura de Ciencias Económicas, explicábamos un concepto al que
llamábamos “Multiplicador del Gasto Público”. Era un efecto, en cierta
medida paradójico, según el cual, bajo determinadas condiciones, un
incremento del gasto público desencadenaba un proceso de incrementos
sucesivos de la producción de bienes y servicios que permitían al Estado
aumentar sus ingresos hasta el punto en que se contrarrestaba el
incremento del gasto, con lo que acababan equilibrándose las cuentas
públicas al nivel inicial. El mecanismo, explicado con la sencillez que
requería un curso introductorio, es el siguiente: si, por ejemplo, el
nuevo gasto se dedica a contratar a unos trabajadores, el Estado
recupera el impuesto sobre la renta de estos trabajadores y, además, el
IVA sobre la mayor parte de las compras que estos efectúen. Y, ya de
forma indirecta, estas compras, en el supermercado o en el bar de la
esquina, suponen un aumento del empleo y de las ventas y beneficios de
determinadas empresas que también pagan los impuestos correspondientes y
que, a su vez, aumentan sus compras a las empresas proveedoras, lo que
implica nuevos aumentos de la recaudación del Estado y menos costes por
prestaciones sociales. De ahí el concepto “Multiplicador”.
Este efecto opera igualmente, aunque en sentido contrario, si se trata
de una reducción del gasto público. Si, por ejemplo, se despide a
profesores, a médicos, o a investigadores, éstos pagan menos impuestos y
también consumen menos lo que supone menores ventas de otras empresas,
que acortan sus plantillas y aminoran los pedidos a sus proveedores,
provocando nuevos descensos de los impuestos recaudados por las
administraciones públicas. Calculábamos, tras operaciones aritméticas
bastante simples, que al final del proceso el descenso del gasto público
llevaría consigo un menor ingreso en cuantía similar. Es decir, la
reducción del gasto no implica la pretendida reducción del déficit
presupuestario.
Ambos fenómenos incorporan consecuencias muy relevantes. En el primer
caso, el aumento del gasto público se traducía en mayor producción de
bienes y servicios (PIB), mejora de la eficiencia del sistema productivo
y más rentas y mayor grado de satisfacción de los ciudadanos. Mientras
que en el segundo caso, reducción del gasto público, la consecuencia era
un descenso del empleo, del PIB, de las rentas y de la eficiencia de la
economía.
Son relaciones teóricas pero que pueden comprobarse en la práctica con
un somero análisis de la evolución de las variables macroeconómicas y
que sustentan la posibilidad de actuar desde el Estado para compensar
una caída drástica de la actividad económica.
Siempre había en la clase un alumno aventajado que sintetizaba con una
pregunta el desasosiego de sus compañeros. ¿Si esto es así, porqué no
aumentar más y más el gasto de las administraciones públicas? La
respuesta era el contenido de la segunda parte de la lección: como todo
en la teoría económica, la relación entre causas y efectos se da en
determinadas condiciones. Vamos a describir estas condiciones en un
contexto de crisis profunda como la que sufrimos en la actualidad en España.
La primera condición es bastante evidente. Se requiere que el aparato
productivo sea capaz de responder con aumentos de la producción de
bienes y servicios al impulso de la demanda originada por el incremento
del gasto público. Es decir, que tenga capacidades no utilizadas. En un
escenario como el que vivimos esto no parece ser un problema. La mayor
parte de las empresas están funcionando muy por debajo de sus
posibilidades. Las cifras de paro son el mejor reflejo de la actual
infrautilización de los recursos de que disponemos.
La segunda condición, conectada con la primera, se refiere al efecto
sobre los precios, la tasa de inflación, que puede derivarse de
incrementos sistemáticos de la demanda. Los movimientos de los precios
reflejan las tensiones entre demanda y oferta. Si ésta no puede
responder con aumento de las cantidades, responderá elevando los
precios. En determinadas áreas se irán generando “cuellos de botella”
traducidos en mayores precios que se trasmitirán al resto del sistema.
La inflación tiene sus propios mecanismos de auto-alimentación,
espirales de precios, que cuando se ponen en marcha son difíciles de
corregir. Y en nuestro sencillo discurso aportábamos elementos que
mostraban las graves ineficiencias que una inflación excesiva introducía
en el funcionamiento del sistema económico. Sin embargo, éste tampoco
parece ser un problema en las actuales circunstancias. La crisis, con un
alto contenido de deficiencia de la demanda efectiva, convive con alzas
de los precios muy limitadas.
La tercera condición se refiere a la financiación del incremento del
gasto público. Si el Estado decide gastar más tiene que obtener
créditos, que serán devueltos cuando sus arcas experimenten la afluencia
de ingresos a través del efecto multiplicador que se describía al
principio. Pero, en su búsqueda de financiación, el sector público
compite con los inversores privados. En un escenario de fondos
prestables escasos, la mayor demanda de préstamos por la Administración
tiene consecuencias muy desfavorables para la inversión privada. Reduce
las cantidades a su disposición y aumenta los tipos de interés. Sin
embargo, éste tampoco es un problema relevante en los tiempos que
vivimos. Las expectativas de los empresarios, que es lo que alimenta su
demanda de inversión, están por los suelos, por lo que no se verían
afectadas por el incremento del gasto público. De hecho, lo que les
afecta con negativa intensidad es su reducción.
Un cuarto condicionante apunta al Comercio Internacional. La tan
mencionada globalización supuso, hasta el estallido de la crisis, una
expansión muy fuerte de los intercambios comerciales entre los países y
de sus porcentajes sobre el PIB. El problema es que la expansión de la
demanda, a través del gasto público, en un determinado país, corre el
peligro de dirigirse, en parte, hacia las importaciones lo que,
lógicamente, reduce sus efectos sobre el mercado interior. A pesar de la
política expansiva llevada a cabo por el Gobierno español entre
principios de 2008 y mediados de 2010, la debilidad de la demanda en ese
periodo hizo que el déficit comercial se redujese prácticamente a la
mitad motivado por una aguda caída de las importaciones y no tanto por
la fortaleza de nuestras exportaciones. El impulso a la demanda en un
país debe ser simultáneo al de los países de su entorno, de forma que el
incremento de las importaciones venga contrarrestado por un aumento
paralelo de las exportaciones. De ahí la crítica a la carencia
angustiosa de coordinación de las políticas macroeconómicas en el seno
de la Unión Europea.
La quinta condición también depende en gran medida de decisiones
externas a la Administración del país. El tamaño de la diferencia entre
gastos e ingresos públicos, el déficit, y su forma de financiación deben
someterse a la normativa de la Unión Europea y a los acuerdos entre los
estados miembros. Son normas establecidas cuando se crea el euro que
limitan de manera estricta la autonomía de los gobiernos para
contrarrestar, a través de su gasto, los efectos de la crisis en su
propio país.
En concreto, y a diferencia del resto de las áreas económicas, EEUU,
Reino Unido, Japón… el Banco Central Europeo no financia con Eurobonos
los déficits públicos de los países cuya moneda es el Euro y las
autoridades europeas exigen de forma rígida el mantenimiento de estos
déficits en límites muy estrechos. Son reglas adecuadas en condiciones
normales pero que, evidentemente, no están pensadas para situaciones de
crisis, a pesar de lo cual, los Estados que controlan la Unión Europea,
liderados por Alemania, las aplican rigurosamente, con la amenaza de
expulsar de la moneda común a quien las incumpla.
Su aplicación se centra en la disminución del gasto público, ignorando
que ello supone, a su vez, la reducción de los ingresos y, por tanto, el
mantenimiento del déficit, e ignorando también sus consecuencias sobre
el PIB, sobre los niveles de desempleo, sobre la calidad de vida de los
ciudadanos y sobre la cohesión y la conflictividad social. El coste para
la ciudadanía de esta política es inmenso y, por supuesto, muy superior
a los beneficios que pudiera reportar.
En España hay recursos productivos en cantidades muy amplias que se
mantienen ociosos. Trabajadores, empresarios, instalaciones, materias
primas, tecnología… y también existen necesidades insatisfechas que
suponen una gran demanda potencial que no se hace efectiva. Además, se
cumplen las tres primeras condiciones que mencionábamos al principio.
Sin embargo, las condiciones cuarta y quinta, que dependen de decisiones
externas, impiden actuar a nuestras Administraciones Públicas para
movilizar y emplear estos recursos.
Volviendo a la actividad docente, también tratábamos de explicar las
causas de las crisis económicas: carencia de materias primas, excesos de
oferta por sobreinversión, oleadas de nuevas tecnologías que provocaban
la obsolescencia del aparato productivo, inadecuación de la mano de
obra, falta de iniciativa empresarial,…. etc.
Lo paradójico es que ninguna de estas causas se adecúa a lo que está
pasando. Conocemos los orígenes de la crisis pero su permanencia se debe
a la caída de la demanda efectiva por depresión de las expectativas de
los inversores y consumidores, por la reducción de la capacidad de
comprar de estos últimos y por la inoperancia del sistema financiero.
Son factores que pueden ser corregidos a través del impulso de las
administraciones públicas Anunciar nuevos recortes no mejora,
evidentemente, las expectativas de inversores y consumidores ni el
funcionamiento del sistema financiero, cuya capacidad para abordar su
endeudamiento depende de la evolución de los negocios. Es lógico que las
reducciones del gasto público aumenten la prima de riesgo de la deuda,
tanto del sistema financiero como del Estado, ya que la garantía de su
devolución depende, fundamentalmente, de las previsiones sobre la
evolución del PIB.
La desconfianza de los mercados no se debe a la insuficiencia de las
medidas restrictivas que anuncian los presupuestos, sino, por el
contrario, a la percepción de que estas medidas suponen ahondar en la
depresión y, por tanto, a las dificultades para hacer frente a la deuda
en un escenario más crítico.
Por ello, no es fácil clasificar la actual crisis con los criterios que
utilizábamos en nuestros cursos. Si tuviéramos que asignarle un adjetivo
hablaríamos de crisis “deliberada”. Las autoridades europeas nos
mantienen deliberadamente en un escenario de paro, de inutilización del
aparato productivo, de recortes de las prestaciones sociales y todo ello
en aras de una pretendida austeridad, cuando este escenario, que
prescinde de médicos, profesores, investigadores, etc., es precisamente
el mayor derroche.
Y todo esto ¿porqué? Una característica esencial de esta crisis, a
diferencia de otras que hemos sufrido, es que ha desencadenado un
conglomerado de intereses que abogan por el mantenimiento de la recesión
en los países del sur de Europa. Se sienten cómodos en ella. Son
elementos que impiden la adopción de medidas para salir de la crisis.
Pongamos algunos ejemplos:
A.-La colocación de eurobonos por el Banco Central Europeo, empleando
los recursos obtenidos en la financiación a bajos tipos de interés de
los déficit públicos, acompañada, por supuesto, de una fiscalización
estricta de su utilización, reduciría el servicio de la deuda y
permitiría a los gobiernos impulsar la movilización de los recursos
productivos.
Sin embargo, eliminaría la especulación en torno a la deuda pública y
reduciría los beneficios de los operadores financieros. Es lógico que
estos se opongan con toda su capacidad de lobby.
B.-Un contexto de crisis como el que vivimos es el más adecuado para
imponer una reforma laboral que quiebre la fuerza de las centrales
sindicales y someta al mundo laboral.
C.-La pretendida austeridad es una magnifica coartada para reducir las
prestaciones sociales. Al fin y al cabo, estas prestaciones son el eje
de la redistribución de rentas por parte de estado. Y esta
redistribución es obviamente, de los ricos hacia los pobres. Eliminando
las prestaciones se elimina la redistribución.
D.-Aferrados a los tratados, en medio de una crisis profunda, un
conjunto de países, liderados por Alemania, pueden modificar las
relaciones de poder en el seno de la Unión Europea. El espectáculo de
Alemania imponiendo los gobiernos de Grecia, Italia, Portugal e,
indirectamente, España, solo es explicable en las actuales circunstancias.
E.-La crisis impulsa un cambio en la distribución del trabajo, tanto
dentro de la Unión Europea como en el ámbito mundial. Habrá países
ganadores y perdedores en esta nueva distribución.
En definitiva se trata de cambiar el sistema de producción, de
distribución y de relaciones industriales y sociales. Eso es lo que está
en juego. Las crisis desembocan en un nuevo sistema económico y la
batalla se centra en la definición de este nuevo sistema. La derecha
europea, amparada por los análisis de un amplio espectro de economistas
heterodoxos, está ganando esta batalla por amplia goleada.
Este conglomerado de intereses es la explicación de los presupuestos
elaborados por el Gobierno Español. La imagen del alto cargo europeo
echando las manos al cuello del ministro español, al parecer en broma,
no le vemos la gracia, es bastante expresiva. Lo surrealista son las
declaraciones de este alto cargo: “Sabemos que ello supondrá mayor paro
y más pobreza, pero es necesario hacer nuevos esfuerzos de reducción del
gasto público en España”.
Se ha subvertido el objetivo de la política económica. No es combatir el
paro y la pobreza, es reducir el gasto público. Estamos al borde del
abismo y nos dicen que demos un paso al frente. Es lógico que tras la
publicación de los presupuestos de la Administración Española aumenten
la desconfianza en nuestra capacidad de afrontar la deuda, la prima de
riesgo, las cifras de paro y las dificultades del sistema financiero.
Ello lleva a insistir en que nos mantienen deliberadamente en la crisis.
Solo la aparición de intereses favorables a su superación, con
suficiente potencia para contrarrestar los intereses en contra, puede
cambiar la tendencia. De momento la crisis durará el tiempo que
necesiten estos últimos para conseguir sus objetivos.
Juan Ignacio Bartolomé Gironella es economista y miembro de ECONOMISTAS
FRENTE A LA CRISIS
www.economistasfrentealacrisis.com
Más información sobre la lista de distribución Escepticos