[escepticos] Mercurio en los empastes

[Jaime Rudas]

Hola:

> [Català]
> Por su parte, los empastes dentarios son, si son "de mercurio", amalgamas con algunos metales. O sea que se trata de mercurio INORGÁNICO.

[Jaime]
Mercurio inorgánico se le llama generalmente a los compuestos
(químicos) inorgánicos de mercurio. La amalgama no es un compuesto
químico, sino una mezcla, al igual que las aleaciones.

> [Català]
> Y los problemas, si los hay, se
> presentan siempre con los compuestos ORGÁNICOS.

[Jaime]
Me pareció rara esa afirmación porque tenía entendido que la
inhalación de vapores de mercurio era  tóxica. Encontré el siguiente
texto que afirma que se presentan problemas tanto con compuestos
orgánicos como con inorgánicos y con mercurio metálico:

http://www.nature.com/jhh/journal/v13/n10/pdf/1000896a.pdf

http://tinyurl.com/y98upqk

«Desde el punto de vista toxicológico el mercurio se presenta en tres
formas: sales inorgánicas de mercurio, compuestos orgánicos de
mercurio y mercurio metálico. Las sales inorgánicas de mercurio son
hidrosolubles, irritan el intestino y causan graves daños al riñón.
Los compuestos orgánicos de mercurio, que son liposolubles, pueden
atravesar la barrera  hematoencefálica y causar daño neurológico. El
mercurio metálico plantea dos peligros. Por evaporación, ya que la
presión de saturación a temperatura ambiente es aproximadamente 100
veces el valor límite, por lo que puede ocurrir intoxicación  si se
derrama mercurio metálico en hendiduras o grietas del piso. Los
dentistas ocasionalmente se envenenan de esta forma. El mercurio
atraviesa fácilmente al cerebro, lo que causa temblor, depresión y
trastornos del comportamiento. Un segundo peligro del mercurio
metálico es que puede ser transformado en mercurio orgánico por las
bacterias en el fondo de los lagos y, a través de la cadena
alimenticia, llegar al hombre. Fue este proceso el que, en la década
de 1950, condujo en Japón a la tragedia de bahía Minamata donde más de
800 personas se envenenaron.»

(Traducción macarrónica mía)

Saludos,

Jaime Rudas
Bogotá