[escepticos] Gripe y neuras
Miguel A. Martínez
mimartin en cepymearagon.es
Sab Sep 12 09:25:21 WEST 2009
El profesor Andreu Segura, presidente de la SESPAS, ha
remitido a los medios de comunicación el documento que os adjunto, sobre la
gripe y la alarma social, que tiene interés y actualidad.
Un saludo
Eugenio Vilanova
[Reenviado de la lista TOXICOL]
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La gripe y la alarma social
Señor director,
Permítame expresarle la inquietud que como profesional de la salud pública
me produce el modo en que los medios de comunicación de masas se hacen eco
de las defunciones causadas por la nueva variante del virus de la gripe A,
una a una, proporcionando detalles singulares de cada caso que poco aportan
a la comprensión del proceso, pero que amplifican el impacto real de la
enfermedad, con el riesgo de fomentar una alarma social que por sí misma
podría comportar más perjuicios que la propia pandemia gripal.
No me considero competente para valorar el interés informativo de tales
acontecimientos, pero me cuesta imaginar igual tratamiento periodístico en
el caso de los miles de defunciones que provoca la gripe estacional. Se me
ocurre, como explicación de este trato informativo desigual, que esta gripe
es distinta de la habitual, aunque no sepamos muy bien cuan diferente lo es.
Hasta ahora, lo más notorio es que la capacidad de difusión del virus actual
es, por lo menos en verano, más elevada que la de los virus gripales
circulantes durante los últimos años, lo que se debe, sin duda, a la
susceptibilidad a la infección de las personas más jóvenes, las cuales
además han jugado un papel decisivo en la propagación inicial del virus.
Esta es la diferencia más relevante hasta ahora entre la gripe de la
pandemia y la estacional. La afectación de personas sanas también se produce
en las epidemias habituales y no es excepcional que una gripe común cause
complicaciones a las embarazadas. La naturaleza de las asociaciones que
aparentemente se dan entre algunas características personales, el riesgo de
infección y el de presentar complicaciones, está todavía por determinar del
todo.
Afortunadamente, la virulencia de la nueva gripe es limitada y, aunque nadie
pueda garantizar tal benignidad en el futuro, tampoco nadie puede asegurar
lo contrario. La información disponible de los países que están acabando de
pasar el invierno más bien sugiere esperar que la proporción de casos
graves y letales no superará la de la gripe estacional. Tampoco se han
observado cambios relevantes en la naturaleza del virus. La experiencia de
los países del hemisferio austral nos ilustra también sobre los distintos
modos y maneras de afrontar esta situación, bien sumidos en un convulso caos
o conservando la serenidad.
La mayoría de las afecciones gripales que se producirán en los próximos
meses serán pues leves y moderadas y se recuperaran espontáneamente.
Bastantes, incluso, serán infecciones asintomáticas que pasaran
desapercibidas. Algunas, sin embargo, serán más graves y, por desgracia,
como ocurre cada año, tendremos que lamentar defunciones causadas o
desencadenadas por la infección.
Si el número de contagiados es elevado, aunque la proporción de casos graves
sea pequeña, en términos absolutos podría alcanzar una cifra notable, lo que
exigirá mayor capacidad de respuesta de los profesionales del sistema
sanitario, que seria irresponsable colapsar con demandas poco adecuadas.
Unas demandas que se incrementan fácilmente en situaciones de pánico y que
pueden dirigirse a eventuales soluciones que no han demostrado todavía su
eficacia en la práctica. Poder hacer algo siempre tranquiliza aunque no es
garantía de que nos beneficie. Incluso nos puede perjudicar. Es lógico echar
mano de los medicamentos antivirales, pero no indiscriminadamente, porque su
capacidad terapéutica es limitada, no están exentos de provocar efectos
adversos y se pueden generar resistencias. La expectativa de la vacuna es
razonable, aunque no lo sea confiar ciegamente en su protección, de forma
precipitada, antes de disponer de las mínimas comprobaciones de eficacia y
seguridad en curso. Sobre todo cuando muchos países del sur han afrontado la
primera ola de la pandemia sin vacuna.
Una parte considerable de la población ha pasado más de una pandemia gripal
y muchas epidemias estacionales sin el recurso a medicamentos específicos.
No se trata pues, de obsesionarse, lo que no quiere decir resignarse.
Conviene establecer las medidas protectoras más proporcionadas y razonables
y sospesar con sensatez los riesgos y beneficios de cada actitud.
Volviendo al principio, el tratamiento informativo de la evolución de la
pandemia va a influir decisivamente en la calidad de la respuesta sanitaria
y ciudadana a este problema de salud. Y, si no somos cuidadosos -lo que no
significa opacos ni paternalistas-- contribuirá a fomentar una alarma cuyas
consecuencias pueden ser peores que las de la propia gripe. La necesaria
transparencia no está reñida con la responsabilidad.
Andreu Segura
Presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración
Sanitaria (SESPAS)
Barcelona, 1 de septiembre de 2009
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