Re[2]: [escepticos] Re:Ateísmo: ¿Una nueva religión?
jmbello
jmbello en mundo-r.com
Mie Jul 30 16:02:37 WEST 2008
Hello jrudasl,
Wednesday, July 30, 2008, 3:21:44 PM, you wrote:
jgc> Hola:
jgc> [Miguel A]
jgc> No es necesario. Cuando yo hablo de Dios , es equivalente a hablar de
jgc> Yahveh, ya que no hay término alternativo para referirse al Dios cristiano.
jgc> [Jaime]
jgc> Ese último 'Dios' es un nombre común.
A ver, coño, que me parece que se está liando esto demasiado. Y ahora
yo lo lío más, claro.
Dos relatos:
Relato 1.
Están dos amiguetes haciendo camping salvaje en el precioso castillo
medieval conocido como Torres de Mens, cerca de Malpica. En plena
noche se les aparece un fantasma con toda la impedimenta necesaria
(sábana, cadenas, frío, sonido retumbante, etcétera).
- ¡Ondia, un fantasma!
- ¡Uuuuuh!
- No te tires, fantasma, que no hay red. Déjate de aullidos y
llevémonos bien, anda. ¿Cómo te llamas?
- Fantasma.
- Ya sabemos que eres un fantasma, leches. Además vas vestido de
fantasma canónico, de modo que no hay dudas. Pero una vez aceptado que
eres un fantasma, queremos saber cuál es tu nombre. Repetimos: ¿cómo
te llamas?
- Fantasma.
- ¿Quieres decir que ése es tu nombre, que tu nombre es Fantasma?
- Sí. No tengo otro nombre, sólo Fantasma.
- Jopé. Un fantasma que se llama Fantasma. Lo que hay que
ver.
Relato 2.
Desde hace casi 25 años hay gatos en casa. A la primera gatita que
tuvimos intentamos ponerle por nombre Kali Maha, la diosa Kali. Digo
intentamos porque poco a poco, en pronunciación y en concepto, la
preciosa y elegante Kali Maha fue transformándose en Calima, lo que
tampoco estaba mal por su significado de neblina y demás.
Calima tuvo un parto de seis gatitos. A falta de expertos, me tocó el
papel de comadrona. Los cuatro primeros los tuvo sin problemas, pero
durante el parto del quinto se agotó. Se quedó paralizada. Mientras
recuperaba fuerzas descansando y dando cuenta de un huevo batido, tuve
que abrir la bolsa, cortar el cordón y frotar al gatito recién nacido
para que respirase. Todo fue bien, aunque siempre nos pareció que ese
quinto gatito quedó un poco más tonto que sus hermanos, tal vez debido
a ese contratiempo en el parto. El nacimiento del sexto y último
gatito volvió a ser normal.
El quinto gatito resultaba inconfundible, y sigue siéndolo en las
fotografías que nos quedan de aquella aventura. Calima siempre ponía
orden en sus filas. Pero en el conjuto ordenado de la esbelta gata y
sus preciosos gatitos, siempre había uno que desentonaba y llamaba la
atención por romper la perfección de la imagen. O se tumbaba cuando
tocaba estar sentado, o aparecía enseñando el culo con las patas
abiertas, por supuesto no en simetría, o se quedaba rezagado cuando
iban en fila india, en posición de presenten rabos, por el pasillo,
o... Era a todas luces la acracia hecha gatito.
Poco a poco fuimos regalando a los gatitos a diferentes amigos. Pero
nos quedamos con el quinto. Por una parte, nos habíamos encariñado con
sus peculiaridades y jugarretas. Por otro, no teníamos claro que con
su comportamiento fuese a ser querido por la familia que lo adoptase.
Así pues, en casa quedaron Calima y su hijo, el gatito ácrata. Durante
toda la vida de Calima, que fue de quince años, representaron el rol
de madre e hijo a la perfección.
Al gatito intentamos también ponerle nombre, lo que se saldó en un
fracaso mayor que el de Calima. El primer intento fue Merlín. Creo que
nunca le llamó así nadie, ni siquiera mi mujer que fue quien había
propuesto el nombre. El siguiente fue Rabeiras, pues así le llamábamos
a veces porque tenía el rabo terminado en una especie de bolita. Pero
el nombre que finalmente triunfó por la fuerza de los hechos fue el
real, aquél por el que siempre se le llamó: Gatito.
- Gatito, ¿dónde estás?
- Ven aquí, Gatito.
- ¡No muerdas, Gatito!
Y Gatito le quedó, y así fue inscrito en los papeles del veterinario,
en la cartilla sanitaria y en el pasaporte gatuno. Gatito, sin más. De
modo que durante un tiempo tuvimos un gatito llamado Gatito.
Durante un tiempo. Porque Gatito creció, y de gatito pasó a ser un
enorme y majestuoso gato de casi diez kilos, un soberbio ejemplar
fuerte y hermoso. La situación llegó a ser chocante.
- ¡Joer, qué pedazo gato! ¿Cómo se llama?
- Gatito.
- ¿De verdad que se llama Gatito? ¡Pues cómo será un gatazo!
El cachondeo estaba servido en cualquier lugar. En los aeropuertos,
además de las risas, había problemas, pues Gatito sobrepasaba
sistemáticamente el peso autorizado para el viaje en cabina. Menos mal
que los empleados de las compañías siempre fueron piadosos e hicieron
la vista gorda. Tan gorda como Gatito.
Saludos
JM
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