Re: [escepticos] ***La evolución vista por un chavalín de 13 años

david en puntoque.net david en puntoque.net
Sab Oct 27 09:15:37 WEST 2007


Me has recordado una conversación que capté en el metro el otro día; 3
chavalas de unos 17 o 18 años hablaban, y una de ellas dijo que había oido
en no se que programa que los hombre sno venían de los monos sino de las
ratas. Presupongo que había oido algo sobre los antepasados mamíferos que
andaban entre las patas de dinosaurios... Especulo, vaya. Lo cierto es que
lo dijo con un tono sincero de curiosidad, y me resultó especialmente
significativas las respuestas de las demás. Con tono de suficiencia, iban
desde "vaya chorrada" a "¿no lo sabías?"
Por lo visto se premia la suficiencia, cada vez más, y se castiga la
curiosidad.
Y ya puestos, también me viene a la memoria el principio del libro de Sagan,
a ver si lo encuentro:

nos pusimos a hablar. Pero no de ciencia. Él quería hablar de los
extraterrestres congelados que languidecían en una base de las Fuerzas
Aéreas cerca de San Antonio, de «canalización» (una manera de oír lo que hay
en la mente de los muertos... que no es mu­cho, por lo visto), de cristales,
de las profecías de Nostradamus, de astrología, del sudario de Turín...
Presentaba cada uno de estos por­tentosos temas con un entusiasmo lleno de
optimismo. Yo me veía obligado a decepcionarle cada vez.

-La prueba es insostenible -le repetía una y otra vez-. Hay una explicación
mucho más sencilla.

En cierto modo era un hombre bastante leído. Conocía los distintos matices
especulativos, por ejemplo, sobre los «continentes hundidos» de la Atlántida
y Lemuria. Se sabía al dedillo cuáles eran las expediciones submarinas
previstas para encontrar las columnas caídas y los minaretes rotos de una
civilización antiguamente gran­de cuyos restos ahora sólo eran visitados por
peces luminiscentes de alta mar y calamares gigantes. Sólo que... aunque el
océano guarda muchos secretos, yo sabía que no hay la más mínima base
oceanográfica o geofísica para deducir la existencia de la Atlántida y
Le­muria. Por lo que sabe la ciencia hasta este momento, no existieron
jamás. A estas alturas, se lo dije de mala gana.

Mientras viajábamos bajo la lluvia me di cuenta de que el hombre estaba cada
vez más taciturno. Con lo que yo le decía no sólo descartaba una doctrina
falsa, sino que eliminaba una faceta preciosa de su vida interior.

Y, sin embargo, hay tantas cosas en la ciencia real, igual­mente excitantes
y más misteriosas, que presentan un desafío inte­lectual mayor... además de
estar mucho más cerca de la verdad. ¿Sabía algo de las moléculas de la vida
que se encuentran en el frío y tenue gas entre las estrellas? ¿Había oído
hablar de las huellas de nuestros antepasados encontradas en ceniza
volcánica de cuatro mi­llones de años de antigüedad? ¿Y de la elevación del
Himalaya cuando la India chocó con Asia? ¿O de cómo los virus, construidos
como jeringas hipodérmicas, deslizan su ADN más allá de las de­fensas del
organismo del anfitrión y subvierten la maquinaria re­productora de las
células; o de la búsqueda por radio de inteligencia extraterrestre; o de la
recién descubierta civilización de Ebla, que anunciaba las virtudes de la
cerveza de Ebla? No, no había oído nada de todo aquello. Tampoco sabía nada,
ni siquiera vagamente, de la indeterminación cuántica, y sólo reconocía el
ADN como tres letras mayúsculas que aparecían juntas con frecuencia.

El señor «Buckiey» -que sabía hablar, era inteligente y cu­rioso- no había
oído prácticamente nada de ciencia moderna. Tenía un interés natural en las
maravillas del universo. Quería saber de ciencia, pero toda la ciencia había
sido expurgada antes de llegar a él. A este hombre le habían fallado
nuestros recursos culturales, nuestro sistema educativo, nuestros medios de
comunicación. Lo que la so­ciedad permitía que se filtrara eran
principalmente apariencias y con­fusión. Nunca le habían enseñado a
distinguir la ciencia real de la burda imitación. No sabía nada del
funcionamiento de la ciencia.

Hay cientos de libros sobre la Atlántida, el continente mítico que según
dicen existió hace unos diez mil años en el océano Atlán­tico. (O en otra
parte. Un libro reciente lo ubica en la Antártida.). La historia viene de
Platón, que lo citó como un rumor que le llegó de épocas remotas. Hay libros
recientes que describen con autoridad el alto nivel tecnológico, moral y
espiritual de la Atlántida y la gran tragedia de un continente poblado que
se hundió entero bajo las olas. Hay una Atlántida de la «Nueva Era», «la
civilización legen­daria de ciencias avanzadas», dedicada principalmente a
la «cien­cia» de los cristales. En una trilogía titulada La ilustración del
cris­tal, de Katrina Raphaell -unos libros que han tenido un papel principal
en la locura del cristal en Norteamérica-, los cristales de la Atlántida
leen la mente, transmiten pensamientos, son deposita­rios de la historia
antigua y modelo y fuente de las pirámides de Egipto. No se ofrece nada
parecido a una prueba que fundamente esas afirmaciones. (Podría resurgir la
manía del cristal tras el re­ciente descubrimiento de la ciencia sismológica
de que el núcleo in­terno de la Tierra puede estar compuesto por un cristal
único, inmenso, casi perfecto... de hierro.)







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----- Original Message ----- 
From: "Jorge Frias" <jorgejfrias en gmail.com>
To: "Lista Escépticos" <escepticos en dis.ulpgc.es>
Sent: Saturday, October 27, 2007 12:53 AM
Subject: [escepticos] ***La evolución vista por un chavalín de 13 años


Hola a todos:

Qué jodida y rematadamente difícil es explicar lo poquito de la teoría
de la evolución que se da en 1º de ESO, y sólo te das cuenta cuando
coges el libro y te plantas delante de tres decenas de chavalines de
13 años. Pones el título del tema en la pizarra y ya estás envidiando
a los creacionistas, que cuentan su historia en dos versículos y
medio.

La andanada de preguntas a la que te asaltan evidencia qué tres grupos
de chavales tienes: los que han visto demasiado "parque jurásico" y te
asaltan con preguntas sobre si se puede cocinar un mamut congelado o
si se puede recombinar el adn para hacer pitbullsaurios, los que
callan (o sea, que no se han enterado de nada), y los que hacen todo
el esfuerzo del mundo por entenderlo pese a que por desgracia poco o
nada llegarán a comprender.

En esa última tesitura anda uno de mis alumnos. Normalmente haciendo
preguntas a destiempo de esas que los demás se ríen pero que suelen
guardar una segunda lectura bastante interesante. Como ha pasado hoy
que, corrigiendo un compañero una actividad, ha levantado la mano, no
para preguntarme por ella, sino por una foto de un murciélago.

Lo que le llamaba la atención del murciélago es que al final de las
alas le salieran unas extremidades muy raras (la foto era nocturna),
así que me preguntaba qué eran. Los niños se reían porque parecía
evidente que eran los dedos. Le respondí que si se fijaba bien, las
alas del murciélago se despliegan debajo de unos brazos parecidos a
los nuestros. Entonces se le "encendió la bombilla" y dijo:

"¡Aaaah! entonces lo que la salio es un pellejillo así de suerte y con
eso vuela"

Y, pese a que el resto de la clase volvió a reirse, yo salí con la
impresión de que es el único que se ha enterado bien de lo que es la
evolución :)

Un saludo, y perdón por la longitud del mail
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