[escepticos] neuro-teología en El País

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Dom Mayo 13 10:33:57 WEST 2007


REPORTAJE 
¿Está Dios en los genes?
Ángela Boto 11/05/2007 

 
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En los pucheros, en los que sufren, en los laberintos virtuales de la 
Red? Omnipresente, se busca a Dios por todas partes. El florecimiento 
del pensamiento científico parecía esbozar el final de la fe, el 
desvanecimiento de la espiritualidad trascendente. Dios dejaría de ser 
la justificación de los hechos inexplicables de la naturaleza porque la 
ciencia encontraría las respuestas, las razones. Han pasado dos siglos 
y el 98% de la población mundial afirma creer en una fuerza superior; 
el 50% la denomina Dios. Ante la evidencia, parece que la ciencia no ha 
tenido más remedio que plegarse a la búsqueda. Se busca a Dios entre 
las moléculas. Algunos investigadores escudriñan en el entramado 
celular del complejo cerebro Sapiens sapiens y otros rastrean la 
elegante doble hélice del ADN. ¿En qué lugar de la bioquímica se 
encuentra el templo del Altísimo? ¿Por qué tenemos fe?

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Para el neurocientífico Michael Persinger, la 'morada' de Dios está 
sobre las orejas, en los lóbulos temporales

Algunos metafísicos proponen que Dios ha caído del cielo y se está 
despertando dentro de cada individuo
Andrew Newberg, investigador de la Universidad de Pensilvania cuyo 
último libro se titula Por qué creemos lo que creemos, asegura que 
nuestro cerebro "es esencialmente una máquina creyente porque no tiene 
otra opción". Por su parte, Dean Hammer, genetista de los Institutos 
Nacionales de la Salud de EE UU, afirma en El gen de Dios que "la 
espiritualidad es una de nuestras herencias básicas. Es, de hecho, un 
instinto. (?) Tenemos una predisposición genética para la creencia 
espiritual". El fundamento de tal afirmación no sólo lo sitúa en sus 
investigaciones, sino en una encuesta realizada por la institución a la 
que pertenece. Más de un tercio de los participantes aseguraba haber 
tenido algún tipo de contacto con una poderosa fuerza espiritual. 
Conviene apuntar que al mismo tiempo que se ha constatado un aumento de 
la fe, han disminuido las prácticas religiosas, subrayando de nuevo 
que, aunque a menudo se identifican, no es lo mismo religión que 
espiritualidad.

El área de la ciencia que más pistas ha recabado sobre la posible 
morada de Dios es la neurología; de hecho, hace años que se habla de 
una subdisciplina cuyo nombre lo dice todo: neuroteología. Claro que la 
realidad depende de los ojos que la miren porque los resultados de los 
experimentos sirven a unos para demostrar la existencia de Dios, y a 
otros, para afirmar que son la constatación de que el Supremo es sólo 
un producto mental más. Los más prudentes dicen: "Estamos 
biológicamente determinados para encontrar sentido a nuestras vidas. 
Sin embargo, si Dios es una mera creación de nuestro cerebro o no, 
todavía no está probado científicamente". Así contestaba Newberg por 
correo electrónico.

Newberg tiene experiencia en la exploración de lo divino en lo humano. 
Ha tomado numerosas imágenes de los cerebros de monjes de distintas 
confesiones y de otros voluntarios en estado de meditación u oración 
profunda. De este modo, ha visto que en los momentos álgidos se 
producen varios fenómenos neuronales simultáneamente. Aumenta la 
actividad en las áreas frontales encargadas de focalizar la atención, 
lo cual corresponde con la concentración propia de los estados de 
recogimiento profundo; también se observa una sobreactivación del 
sistema límbico, un grupo de estructuras asociadas a las emociones y a 
la memoria. Pero el hallazgo más sorprendente fue que al mismo tiempo 
se desactivan los lóbulos parietales, las regiones situadas 
aproximadamente debajo de la coronilla en los dos hemisferios. Se 
podría decir que esta área es la residencia del sentido del yo, es 
donde radica el concepto de individualidad. La reducción de la 
actividad durante la meditación o la oración tiene como consecuencia la 
disolución de las fronteras entre el yo y el entorno y conduce a la 
sensación de comunión con el universo, de pertenencia a la totalidad. 
Exactamente lo que describen los que alcanzan un estado profundo de 
trascendencia espiritual, de misticismo.

Uno de los pioneros de la búsqueda de Dios en el laberinto neuronal es 
Michael Persinger, neurocientífico de la Laurentian University 
(Canadá), que hace 20 años escribió un libro titulado La base 
neurofisiológica de la creencia en Dios. Persinger estaba interesado en 
descubrir por qué personas de distintas confesiones, culturas y estatus 
sociocultural podían experimentar estados de iluminación tan similares. 
Para ello comenzó a aplicar campos electromagnéticos débiles, pero muy 
precisos, al cerebro de quienes se prestasen. El objetivo era encontrar 
el área cerebral y la configuración electromagnética que permite a 
algunas personas experimentar la presencia de seres sobrenaturales. El 
80% de las personas que se pusieron el famoso casco de Dios 
describieron cómo se habían encontrado con la divinidad. Aquellos que 
ya tenían experiencias previas aseguraron que las sensaciones generadas 
por el casco eran las mismas que las espontáneas. El propio Persinger, 
no siendo creyente, experimentó un contacto con Dios mientras aplicaba 
los campos magnéticos a otro. Para este neurocientífico, la morada de 
Dios se encuentra en los lóbulos temporales, las regiones del cerebro 
situadas sobre las orejas. Las conclusiones de Persinger estuvieron en 
entredicho cuando un grupo de investigación sueco no pudo reproducir 
sus resultados. La polémica se cerró sin un acuerdo claro.

Los más evolucionistas se preguntarán qué interés evolutivo puede 
tener para el ser humano la capacidad para tener experiencias místicas. 
"El cerebro nos da dos funciones básicas: automantenimiento y 
autotrascendencia. Nos ayuda a adaptarnos y cambiar a lo largo de la 
vida. La religión y la espiritualidad también nos proporcionan estas 
funciones básicas, así que ofrecen beneficios sustanciales al 
individuo", dice Newberg. Dean Hammer comparte su opinión: "Sostengo 
que uno de los papeles más importantes de los genes de Dios en la 
selección natural es proporcionar a los humanos un innato sentido del 
optimismo". Y el optimismo, opina, "mejora la salud humana y prolonga 
la vida". De hecho, la mayoría de las personas que han vivido una 
experiencia mística dicen que su vida mejoró y su percepción del mundo 
cambió. Según Hammer, ese efecto se debe a que esas personas están 
obligadas a plantearse "la cuestión más importante de la vida: la 
consciencia. (?) Sin ella no sabríamos quiénes somos ni adónde vamos. 
Sin embargo, nunca pensamos en ella". Cabe añadir aquí los estudios que 
indican que la meditación y las creencias religiosas tienen un impacto 
positivo en la salud y en la longevidad.

Los trabajos de Hammer para buscar los genes de Dios parten de 
estudios con gemelos. Éstos indican que los gemelos coinciden en sus 
creencias espirituales más que los hermanos no gemelos. Tras rastrear 
fragmentos de ADN, el investigador identificó un gen conocido como 
VMAT2. Como todos, presenta unas cuantas variantes que se diferencian 
entre sí por algunas de las letras que lo componen. Hammer postula que 
las personas que tienen en su genoma una de ellas tienen mayor 
tendencia espiritual, más disposición a lo que describe como 
autotrascendencia. Curiosamente, el supuesto gen de Dios nos remite de 
nuevo al cerebro porque el VMAT2 controla el uso de un grupo de 
neurotransmisores muy interesantes. Entre ellos, la dopamina y la 
serotonina, dos moléculas asociadas con el placer y la felicidad y 
también con sus reversos: la adicción y la depresión.

Hammer no es el único experto que relaciona la doble hélice con la 
divinidad. Un científico del prestigio de Francis Collins, responsable 
del consorcio público que secuenció el genoma humano, afirma que 
estudiando el código genético ha encontrado a Dios porque una 
complejidad semejante sólo puede ser obra de un Creador. Eso sí, aclara 
que no cuestiona la evidencia de la evolución, pero en su opinión la 
teoría de Darwin no está reñida con la existencia de una inteligencia 
superior. Gregg Braden, un ingeniero que ha trabajado en el desarrollo 
aeroespacial e Internet, es otro buscador de lo divino que ha unido 
elegantemente ciencia y tradiciones espirituales y que también ha 
encontrado la huella del Creador en la doble hélice. En El código de 
Dios expone sus investigaciones sobre la Cábala, la lengua hebrea y su 
paralelismo con los elementos químicos que componen el código genético. 
Braden propone que el nombre de Dios está escrito en el ADN de cada una 
de nuestras células, Dios está en nuestro interior.

Buena parte de la comunidad científica no quiere ni oír hablar de 
Dios; unos, porque consideran que son campos radicalmente diferentes, y 
otros, porque los consideran incompatibles. Entre los últimos se 
encuentra el ferviente ateo y apasionado discípulo de Darwin Richard 
Dawkins. Este biólogo británico despliega su armamento para fulminar a 
Dios y defender la teoría de evolución, que, según él, explica la vida ?
su último libro se titula El espejismo de Dios?. Dawkins habla sobre 
todo de religión, no de espiritualidad, y la considera una amenaza para 
la ciencia y para los espíritus racionales. Hammer, que lo menciona en 
varios capítulos de su libro, escribe que "irónicamente, al final ha 
resultado que Dawkins cree en una religión ?la ciencia? que sigue más 
por fe que por lógica". Por su lado, Newberg afirma que, "puesto que 
siempre estaremos atrapados en nuestro cerebro, todos nosotros, desde 
el más devoto hasta el ateo más recalcitrante, tenemos creencias. 
Simplemente son diferentes".

Y en el repaso de la búsqueda científica de la divinidad, es obligado 
mencionar la física. Michael Faraday, el descubridor de la inducción 
electromagnética, decía que "toda la materia se mantiene en su lugar 
gracias a una fuerza. Tenemos que asumir que detrás de esa fuerza 
existe una mente consciente e inteligente". Casi dos siglos después, la 
física persigue la llamada partícula de Dios, es decir, el bosón de 
Higgs. El apodo viene de que esta escurridiza partícula parece haber 
existido sólo durante una decena de segundos después del Big Bang, pero 
en su corta existencia podría haber originado toda la materia. A pesar 
de que los físicos la buscan desde los años sesenta, aún no ha sido 
detectada. Dios se hace de rogar.

Algunos metafísicos proponen que Dios ha caído del cielo y que se está 
despertando en cada individuo para crearse a sí mismo a través de su 
propia criatura. De modo que tal vez haya que buscar a Dios en las 
acciones.



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