El problema, como todo, es la generalización del asunto. La situación
del catalán como lengua de uso común, y no sólo en las instituciones,
es distinta en Moià (pueblo de 5.000 habitantes, provincia de
Barcelona) que en Barcelona ciudad. Y no hablemos de la periferia. Por
ejemplo: un chaval de Moià que curse 2º de Bachillerato en el IES
Moianès, inmerso en un entorno catalanoparlante prácticamente total,
tendrá serios problemas -a no ser que venga de un entorno
castellanoparlante, lo cual incremente el bilingüismo de modo real-
para expresarse en castellano. Por otra parte, un chaval de Badalona,
que curse el mismo grado en un instituto de allí, tendrá un catalán
muchísimo menos arraigado -teniendo en cuenta la gran cantidad de
inmigración castellanoparlante en la periferia de Barcelona, conocida
vulgarmente como "cinturón charnego"- y le será más difícil expresarse
en catalán, aún habiéndolo estudiado. Tengo amigos que responden al
segundo ejemplo, y un servidor al primero... no están puestos al alimón.<br>
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Lo cual me lleva a lo siguiente. Lo que para unos es un abuso del poder
institucional para obligar a implantar una lengua, para otros es un
acto de proteccionismo necesario. Todo depende del uso común que tenga
el idioma en cuestión. Entonces, ¿por qué insistimos en generalizar el
problema como si fuese un monolito inalterable?<br>
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Un saludo,<br>
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David Guerra<br>