[escepticos] Malditos escepticos del mercado farmacéutico... ya publican hasta en EL PAÍS.

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Mie Mayo 13 12:49:04 WEST 2009


saludos a Eloy, el lince.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Vendo/enfermedades/carta/remedios/elpepisoc/20081009elpepisoc_1/Tes


Vendo enfermedades a la carta. Y remedios
Los
laboratorios definen nuevas patologías en busca de más nichos de
mercado - Las compañías están detrás de informes cocinados para crear
necesidades 
JAVIER SAMPEDRO 09/10/2008 
 
El
raloxifeno (Evista, de Lilly) reduce un 75% el riesgo de fractura en
las mujeres posmenopáusicas. El ropirinol (Requip, de Glaxo) alivia el
síndrome de las piernas inquietas, que afecta al 20% de la población, y
el metilfenidato (Ritalina, de Novartis) mitiga el de hiperactividad,
padecido por el 8% de los niños. Prolifera la disfunción sexual
femenina, crece el trastorno bipolar, arrecia la osteopenia.

Todo lo anterior es verdad. Pero no es toda la verdad, porque las
estadísticas están anguladas: aunque sean técnicamente correctas, miran
al problema desde una perspectiva artificiosa. Y son la clave del
emergente debate sobre el "tráfico de enfermedades" (disease mongering). "Tráfico
de enfermedades" es una expresión muy cargada, y lo es de forma
intencionada. Ha sido promovida por el periodista australiano Ray
Moynihan, que ahora trabaja en la Escuela de Medicina y Salud Pública
de la Universidad de Newcastle (Australia). Y quiere denunciar "la
venta de enfermedades mediante la ampliación de las fronteras de lo
patológico, a fin de abrir mercados para quienes venden y administran
los tratamientos" (PLoS Medicine, mayo de 2008).
Aunque la expresión disease mongering ha sido malversada por el movimiento antipsiquiátrico y la secta de la
Cienciología, el debate es serio y ha llegado a la literatura técnica.
Y también a los responsables de la salud pública. La Consejería
madrileña de Sanidad, por ejemplo, exigió el año pasado a las firmas
Lilly y Procter & Gamble que suavizaran la promoción de sus
fármacos (Evista y Actonel) para prevenir las fracturas.

"En
Europa, las compañías farmacéuticas ya están comercializando sus
medicamentos para prevenir las fracturas en mujeres con osteopenia
[ligero déficit de masa ósea] y otras condiciones que, según sus
cálculos, afectan a casi la mitad de las mujeres posmenopáusicas",
afirma el médico Pablo Alonso, del departamento de Epidemiología
Clínica y Salud Pública del hospital de Sant Pau.
Alonso es el autor principal de un estudio sobre el disease mongering y la osteopenia publicado este año por el British Medical Journal. Su conclusión es que "se han exagerado los riesgos de la osteopenia, y
se han subvalorado los efectos secundarios de los fármacos". Se refiere
a cuatro principios activos: raloxifeno, alendronato, risedronato y
ranelato de estroncio.
Estos fármacos han probado su eficacia
para prevenir las fracturas en las mujeres con osteoporosis. La
cuestión es si hay que extenderlos a la mucho más común osteopenia. La
industria se apoya para ello en cuatro trabajos científicos publicados
en los últimos años, como el que abría este artículo: "El raloxifeno
reduce un 75% las fracturas por osteopenia". Parece un argumento
contundente. Pero la estadística está sesgada. El matemático John Allen
Paulos explica este tipo de sesgo en su libro Un matemático lee el periódico: hay una planta química contaminante en las cercanías, y un estudio
concluye que el riesgo de un raro tipo de cáncer se ha duplicado en el
barrio. Naturalmente, todo el mundo se larga de allí.
Pero no
deberían, porque ese cáncer es tan infrecuente (digamos que afecta al
0,0003% de la población general) que la duplicación de su riesgo (hasta
el 0,0006%) es despreciable. En el caso de las mujeres con osteopenia,
su riesgo de fractura es tan bajo que reducirlo un 75% es poco
relevante: habría que medicar a 270 mujeres durante tres años sólo para
evitar una fractura, según calculan Alonso y sus colegas.

Pero
hay más. Los posibles efectos secundarios del ranelato -causa diarrea,
y hay dudas sobre sus consecuencias cardiovasculares y neurológicas- no
se mencionan en ningún momento. Tampoco los del raloxifeno, pese a que
incrementa el riesgo de trombos venosos y ataques cardiacos. Ni las
secuelas gastrointestinales del alendronato.
Para acabar, el
trabajo sobre el fármaco de Lilly lleva la firma de tres empleados de
Lilly; el del fármaco de Merck no sólo fue financiado por Merck, sino
que tres de sus autores reconocen conflictos de intereses; el del
medicamento que distribuye en España Procter & Gamble incluye a dos
expertos de Procter & Gamble; y el del fármaco del laboratorio
Servier lleva la firma de tres consultores de Servier, que además
financió el estudio.

Hasta la misma definición de osteopenia está bajo el punto de mira de los expertos en tráfico de enfermedades. El criterio se basa en la densidad mineral de los huesos. Si es mucho
menor de lo normal (2,5 desviaciones estándar bajo la media), se
diagnostica osteoporosis. Si no tanto (entre 1,0 y 2,5 desviaciones
estándar bajo la media), se diagnostica osteopenia.
En realidad,
esos criterios fueron publicados en 1994 por un pequeño grupo de
estudio asociado a la Organización Mundial de la Salud (OMS), y no
pretenden ser una pauta de diagnóstico -sus propios autores los tildan
de "algo arbitrarios"-, sino una mera ayuda para normalizar los
estudios epidemiológicos. Alonso subraya además que el grupo de la OMS
tenía financiación de los laboratorios Rorer, Sandoz y SmithKline
Beecham.

La indefinición de los criterios diagnósticos es un
asunto común en el debate del tráfico de enfermedades. Los
investigadores Lisa Schwartz y Steven Woloshin, de la Universidad de
Darmouth, afirman que la incidencia del síndrome de las piernas
inquietas "se ha exagerado para abrir mercados a nuevos medicamentos".
Presentaron las evidencias en el primer congreso internacional dedicado
al tráfico de enfermedades, celebrado hace dos años en Newcastle,
Australia.
En la misma reunión, la psiquiatra de la Universidad
de Nueva York Leonor Tiefer documentó el papel de la industria
farmacéutica en "la creación de una nueva patología llamada disfunción
sexual femenina". Y otro psiquiatra, David Haley, de la Universidad de
Cardiff, certificó "la creciente promoción del trastorno bipolar, y de
los fármacos para tratarlo".
La discusión se hace más delicada
cuando afecta a algunos tipos de cáncer. Por ejemplo, el Gobierno
español autorizó hace un año la comercialización de la vacuna contra el
virus del papiloma humano para prevenir el cáncer de cuello de útero, y
propuso a las comunidades autónomas su inclusión en el calendario de
vacunaciones del Sistema Nacional de Salud (SNS). Alemania, Reino
Unido, Bélgica, Francia y Dinamarca ya habían tomado medidas similares.
La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega explicó que el
cáncer de cuello uterino es el segundo tumor más frecuente entre las
mujeres, y que provoca 280.000 muertes anuales en el mundo. En España
surgen cada año 2.100 nuevos casos.

La mayoría de los
especialistas avala esa decisión, pero no todos. El SNS "no ha tomado
la decisión más racional posible", según un grupo de seis
investigadores encabezado por Carlos Álvarez-Dardet, catedrático de
salud pública en la Universidad de Alicante y director del Journal of Epidemiology and Community Health.
Estos
expertos estiman el coste mínimo de la medida en 125 millones de euros
anuales (cada vacuna cuesta 465 euros). Y calculan que, "para cuando se
empiecen a prevenir los primeros casos de cáncer, dentro de 30 años, el
SNS se habrá gastado 4.000 millones. Prevenir una sola muerte habrá
costado entonces ocho millones de euros". Cada año mueren por este
cáncer en España 600 mujeres, una tasa de dos muertes por 100.000
mujeres en edad de riesgo.

Con un fármaco de probada eficacia,
los argumentos económicos pueden ser secundarios, pero éste no es el
caso de la vacuna contra el papiloma, según estos especialistas en
salud pública. El cáncer de útero suele tardar décadas en
desarrollarse, y el más antiguo ensayo clínico de fase III empezó hace
cuatro años. "La vacuna ha sido promocionada como una herramienta
eficaz en la prevención del cáncer de cuello uterino", aseguran, "pero
esa evidencia científica aún no existe".
Este virus, sin embargo,
causa una de las infecciones de transmisión sexual más comunes. Suelen
remitir antes de dos años, pero si persisten pueden evolucionar a un
cáncer en 20 o 30 años. Hay más de 100 cepas del virus, pero las
vacunas autorizadas (Gardasil, de MSD, y Cervarix, de GSK) previenen
contra las que causan el 70% de los casos de cáncer de cérvix.

Un
equipo de investigadores dirigido por Teresa Ruiz Cantero, del
departamento de salud pública de la Universidad de Alicante, ha
estudiado las estrategias de comunicación de los laboratorios,
centrándose en los medicamentos para la menopausia y la disfunción
eréctil.

También aquí, una estrategia común es "ampliar el rango
de indicaciones", mediante "la extensión de la enfermedad desde cuadros
graves a mínimos síntomas. Los fármacos ahora son consumidos por
poblaciones sanas y fuera de las indicaciones iniciales".
Según
Ruiz Cantero, se han emitido mensajes del tipo "más de la mitad de los
hombres mayores de 40 años tiene problemas de erección", que son "una
manipulación clara, unos mensajes sesgados y simplistas que aumentan la
percepción de que el problema es muy prevalente, prácticamente
epidémico".

Estos expertos recuerdan que el objetivo de la OMS es
hacer un uso racional del medicamento, y que no se podrá cumplir si la
industria eleva las prevalencias, o no incluye toda la información en
la publicidad del fármaco. La OMS, por cierto, también habla de la
"búsqueda de la verdad" en medicina.

"Debería propiciarse un concierto de las universidades españolas para regular el uso de su nombre en campañas de marketing de las empresas farmacéuticas", dice Ruiz Cantero. "Y para imponer
transparencia sobre la financiación de las investigaciones
universitarias". También las asociaciones de pacientes deberían
difundir qué empresas las financian.
La web podría ayudar,
pero está llena de información sobre fármacos difundida por sus propios
fabricantes. Ruiz Cantero cree que el Ministerio de Sanidad tiene que
liderar la información en Internet. "Así las demás páginas web institucionales tendrían que actualizar periódicamente su información".
Las conclusiones del estudio han sido publicadas por el Instituto de la
Mujer.

El director de la Federación Internacional de Productores
Farmacéuticos, Harvey Bale, defendió el año pasado, ante una reunión de
consumidores de 100 países, la capacidad de la industria para
promocionar sus medicamentos de forma ética. Pero sólo después de
admitir ciertos "ejemplos de sobrepromoción mayúscula".

La
patronal farmacéutica británica ha editado un folleto para periodistas
donde admite que el número de enfermedades está creciendo, pero
argumenta que las empresas del sector no son las responsables de
definirlas. Por su lado, Glaxo niega que la promoción de su fármaco
para el síndrome de las piernas inquietas sea un caso de tráfico de
enfermedades.

"Parte del problema", afirma Moynihan, "es que la
industria se gasta en promoción cerca del 25% de su cifra de ventas,
casi el doble que en investigación". Las estrategias de mercadotecnia,
según este experto, incluyen anuncios en televisión sobre "fármacos
para el estilo de vida", campañas de concienciación pública sobre
nuevas enfermedades y la "financiación de asociaciones de pacientes y
médicos". 
Pfizer manipuló datos sobre el Neurontin
A principios de los años noventa, los laboratorios Pfizer
manipularon la publicación de los ensayos sobre su fármaco Neurontin,
según ha revelado un sumario judicial en los tribunales de Boston,
recogido ayer por The New York Times. El Neurontin es un
medicamento contra la epilepsia, y el objetivo de la multinacional era
extenderlo a otras indicaciones como el dolor neuropático derivado de
la diabetes. Ello ayudó al Neurontin a superar los 2.000 millones de
euros de ventas anuales.
Los expertos que han revisado para el
juez miles de documentos de la compañía, incluidos correos electrónicos
de sus directivos, muestran que Pfizer retrasó a propósito la
publicación de algunos estudios que le iban mal -los que no encontraron
evidencia de que el Neurontin sirviera para el dolor neuropático- y
manipuló otros para mostrar los datos desde un ángulo más deseable para
los fines de la empresa.

La demanda fue presentada por grupos de
consumidores, compañías de seguros médicos y sindicatos de Boston.
Piden que Pfizer les devuelva miles de millones de dólares por
prescripciones de Neurontin, y acusan a la compañía de "tergiversar las
ventajas del fármaco de manera fraudulenta".

Pfizer niega la acusación y asegura que presentó los datos de una manera "objetiva, precisa, equilibrada y completa".
Se
trata de "una estrategia de publicación que pretende convencer a los
médicos de la efectividad del Neurontin, y para tergiversar o suprimir
los hallazgos negativos", según Kay Dickersin, de la Escuela de Salud
Pública de la Universidad Johns Hopkins. Un sesgo que se da en más de
la mitad de los artículos sobre ensayos, según publicó en septiembre PLoS.
En
2000, el investigador principal de uno de los estudios negativos, el
británico John Reckless, amenazó a la compañía con publicarlo por su
cuenta si no lo hacía ella. En septiembre de ese año, un directivo de
la firma escribió en un correo: "El doctor Reckless tiene muchas ganas
de publicar, pero ello tendrá varias ramificaciones. Creo que podemos
limitar los inconvenientes de ese estudio retrasando la publicación
tanto como sea posible". El trabajo no fue publicado hasta 2003, y para
entonces los resultados aparecían combinados con otros dos estudios, y
los tres juntos indicaban que el Neurontin sí era útil contra el dolor
neuropático. En otro intercambio de mensajes electrónicos, un directivo
de marketing de la compañía y un escritor profesional discuten cómo adornar unos resultados para su presentación en un congreso.



      


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