[escepticos] La Torá y el precio del pepino

Xosé Afonso Álvarez navedeavalon en yahoo.es
Dom Abr 13 10:44:27 WEST 2008


La Torá y el precio del pepino
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Tora/precio/pepino/elpepusocdmg/20080413elpdmgrep_4/Tes

La derecha religiosa judía, cuyos diputados son vitales para el
Gobierno israelí, aprovecha su influencia para imponer en la vida
cotidiana medidas ultraortodoxas

JUAN MIGUEL MUÑOZ 13/04/2008
 
E l precio del pepino, ingrediente básico en la dieta israelí,
incluido el desayuno, está por las nubes. El alza ronda el 25% para
ésta y otras hortalizas. La razón: gran parte de los campos están en
barbecho. Cada siete años, según prescribe la Torá, los judíos deben
dejar reposar la tierra. Es el año de la shmita. Pero esta vez, tras
ocho décadas de triquiñuelas, los rabinos se han rebelado contra la
práctica que permitía que un goy (gentil), casi siempre árabe, se
encargara de las labores agrícolas. Imprescindible importar verduras y
frutas porque el rabinato certifica la aptitud (kosher) de los
alimentos. La mayoría de los supermercados, sobre los que pende la
amenaza del boicoteo, se pliega a la ley religiosa. Es sólo una
muestra del poder de los ultraortodoxos, que saca de sus casillas a
los laicos.

Ocurre todos los años: durante la pascua judía, grupos radicales
apedrean restaurantes en los que se sirve pan

Si las exigencias de los rabinos ultras se ciñeran a sus fieles, no
cundirían las quejas. Pero sus constantes demandas fundamentalistas,
aprovechando la inestable coyuntura política, afectan a todo hijo de
vecino en Israel. Ejercen su influencia en el Parlamento ante un
Gobierno rehén de sus escaños. Y también una presión social con
métodos más sibilinos. En las últimas semanas se prodigan ejemplos de
lo que el analista Uzi Baram denomina, lisa y llanamente, "extorsión".

Ciertas imposiciones gozan de gran arraigo. En el Estado judío,
carente de la institución del matrimonio civil, los rabinos
monopolizan la tramitación de bodas y divorcios. Existe otra
alternativa más costosa y que eligen miles de israelíes: casarse en el
extranjero, muchos en la cercana Chipre. El rabinato es también
responsable de las conversiones al judaísmo, cuestión capital para un
país nacido de la inmigración. Desde los años noventa llegaron a
Israel un millón de rusos. Cientos de miles no son judíos, según la
Halacka (ley hebraica), porque no son hijos de madre judía. Lo eran
sus abuelos, lo que es suficiente para obtener la ciudadanía por la
Ley de Retorno, pero los impedimentos son notorios si quieren casarse.
Deben convertirse ante el rabino y cumplir requisitos draconianos.

Dirigentes políticos laicos, de derechas o de izquierdas, están hasta
el gorro. La Aliyá, la inmigración a Israel de los judíos de cualquier
rincón del mundo, está agotada. Y los líderes seculares se afanan por
suavizar la conversión. De momento no hay forma de persuadir al
Rabinato oficial. Aunque más de 300.000 rusos la solicitaron, entre
2004 y 2006 sólo 6.324 la obtuvieron.

Se conocen casos esperpénticos. Como el de la mujer convertida hace
15 años que acordó el divorcio amistoso con su marido. No pudo ser. El
rabino le preguntó sobre el cumplimiento de las mitzvah (obligaciones
religiosas) y la respuesta no le satisfizo. La ruptura no se legalizó.
Todavía peor: sus hijos, de un plumazo, dejaron de ser judíos a
efectos religiosos. Algunos partidos liberales se han esforzado
durante años por promover una legislación civil que abra el panorama.
Los frutos, hasta la fecha, son magros.

La coyuntura presente es propicia para sacar tajada. El fragmentado
sistema político israelí otorga a los partidos ultraortodoxos un peso
político muy superior a su implantación social. El Shas, que
representa a los mizrahi (originarios de países árabes y musulmanes),
tiene 12 diputados en el Parlamento, de 120 escaños. Como el Gobierno
de Ehud Olmert cuenta con el respaldo de 67 diputados, la docena del
Shas es vital para su supervivencia. En la oposición se atrincheran la
Unidad por la Torá y el Judaísmo, con seis asientos en la Kneset, y
que agrupa el voto de los ultraortodoxos askenazíes (procedentes de
Centroeuropa), y los religiosos sionistas -los colonos-, que lograron
nueve escaños. Su intransigencia es proverbial.

El Shas advierte al Ejecutivo sin descanso: si se negocia con los
palestinos sobre Jerusalén, perderá su apoyo. Por iniciativa de Olmert
o por coerción ultraortodoxa, en la mitad árabe de la ciudad santa y
en 101 colonias de Cisjordania, la construcción de viviendas -un
atropello a la legalidad internacional y un duro golpe a la
negociación- marcha viento en popa.

No hay materia que los ultraortodoxos no aborden desde su prisma
arcaico. Han ejercido enorme influencia en la legislación sobre
donación de órganos, y promueven ahora leyes para limitar la normativa
progresista sobre el aborto o para censurar los contenidos de
Internet. Nadie confía en que Olmert se desprenderá del Shas. "Está
claro que la población ultraortodoxa no tiene intención de detener sus
campañas. Se sienten fuertes... El público no religioso debe
organizarse y demostrar que también tiene poder", ha escrito el
analista Nehemia Shtrasler.

Israel engloba varios submundos, y en Jerusalén el shabat se observa
escrupulosamente desde que la sirena suena el viernes por la tarde. En
Tel Aviv, el fervor se mitiga. Los ultras, pues, aprietan. La compañía
de autobuses Dan, que presta servicio en la ciudad, decidió en febrero
cancelar sus rutas durante el día sagrado. Alegó motivos mercantiles.
Nadie lo cree. Cedió al chantaje. Algo similar ha sucedido con la
cadena de ultramarinos AM:PM, la última víctima. Con 10
establecimientos en barrios ultraortodoxos, en los vecindarios laicos
abría en la jornada de oración. A la voz de un par de rabinos, sus
ventas han caído un 50% en dos semanas. Ya cierran todos en shabat.

No hay pausa. Ahora se acerca el Pesaj, la pascua judía. Comienza el
día 19. Durante siete días, los fieles no pueden ingerir productos con
levadura (hametz). Ocurre cada año: grupos radicales apedrean
restaurantes en los que se sirve pan. Ni comen ni dejan comer. Pero
este año un juez ha roto un tabú. Tamar Bas-Asher acaba de dictar
sentencia: el hametz podrá venderse en supermercados y servirse en
restaurantes porque no están expuestos al público. Anatema. El líder
del Shas, Eli Yishai, ha presentado una proposición de ley para
prohibir su venta. Y Moshe Gafni, diputado ultraortodoxo askenazi, ha
ido más lejos: ha solicitado por escrito a la empresa pública Mekorot
el corte del suministro de agua del canal que abastece a gran parte de
Israel. Teme que migas de pan hayan profanado el líquido.

Son una casta intocable que disfruta de privilegios cambiantes al
compás de su fuerza en la Kneset. Los jóvenes seminaristas están
eximidos del servicio militar, y las subvenciones a los seminarios y a
las familias son cuantiosas. Muchos ciudadanos, que tildan de
"parásitos" a estas gentes vestidas a la usanza del siglo XIX,
comienzan a impacientarse. En Tel Aviv, bastión del laicismo, tres
hombres han lanzado una campaña para promover las compras en AM:PM.
Para el historiador Meron Benvenisti, no obstante, nadie debe
alarmarse en exceso: "Me preocupa su influencia actual en la política,
pero su poder tiene un límite porque la prosperidad de las clases
medias chocará con sus proyectos". -


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Xosé Afonso Álvarez Pérez
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