[escepticos] Cómo no debe jugarse al ajedrez... Era: Los sudamericanos se escupitajean

Pastronomía pastronomia en adinet.com.uy
Mar Nov 27 21:09:19 WET 2007


Involución???

Ajá, Don Josep... Ajá!!!

Le adjunto un texto muy bueno sobre dos pueblos hermanos, pero con "GRANDES" 
diferencias.
Siempre me había parecido gracioso eso de que confundan uruguayos con 
argentinos, y más gracioso que por un tema puramente estadístico sea 
"uruguayos con argentinos". Lo que genera un leve sentimiento de ofensa en 
los uruguayos y a veces aclaraciones prontas por instinto de supervivencia 
en Brasil, cuando uno aclara rápidamente, o por costumbre en vuestra Europa 
cuando uno aclara, pero es lo mismo, el grado de "sudaqués" es similar. (Ley 
de similia, los sudacas somos todos la misma bosta.) (Ley de Infinitésimos, 
la sangre Europea de segunda o tercera generación es "COMPLETAMENTE" 
diferente a la de generaciones europeas puras).
Como hace tiempo que no intervengo en forma continuada les recuerdo que esto 
de los nacionalismos me parece algo muy poco "guay", (una pelotudez o 
gilipollez como queráis)... y que debe leerse con emoticones de carcajada, 
asombro y broma.

"No me importa de que raza, nacionalidad o credo es un hombre. Es un ser 
humano y nadie puede ser nada peor que eso" Sam Clemens - (A.K.A. Mark 
Twain).

Como no debe jugarse al ajedrez
Oscar A. Bottinelli
Hace medio siglo el maestro ruso Eugene Znosko Borovsky escribió una pequeña 
obra para principiantes: Como no debe jugarse al ajedrez. En los últimos 
tiempos, pero particularmente en los últimos tres días, Argentina, España y 
Uruguay (nombrados por orden alfabético) escribieron el guión sobre cómo no 
debe jugarse a la diplomacia.
Todavía está fresca la filigrana que construyó Juan Carlos de Borbón - 
primero como príncipe de Asturias, luego como rey de España - para llevar a 
su país desde la atada y bien atada estructura franquista hacia una 
democracia moderna. En esos tiempos también contribuyó y mucho a apuntalar 
el retorno a la democracia de países como Uruguay. Eso mismo hace 
incomprensible la fenomenal gaffe cometida con el conflicto del río Uruguay. 
Mediar es un arte complejo, pero mediar en este conflicto era mucho más 
sencillo que detener la guerra entre Argentina y Chile; y mientras la corona 
española fracasó en arreglar el corte de un puente y la instalación de una 
fábrica, el Cardenal Samoré y la Santa Sede triunfaron en lograr la paz. 
Quizás la diferencia estribe en que entonces fue un conductor político y 
ahora, consolidada la monarquía constitucional, es un jefe de Estado 
arbitral.
España cometió varios errores que coadyuvaron a este fracaso diplomático.
Uno. Uruguay se jugó a la inversión española de Ence, que constituyó el 
comienzo del conflicto por las mal llamadas papeleras y afrontó la primera 
instancia en La Haya en defensa de la española Ence. Cuando todavía se 
estaba escribiendo la resolución de la Corte, Ence anuncia desde la propia 
Casa Rosada que cancela su proyecto de Celulosas de M'Bopicuá, con lo que 
deja al Uruguay con la mitad de las ruedas para arriba. En los mismos días, 
Rodríguez Zapatero envía encendidas señales de amistas y fraternidad con 
Kirchner. Uruguay sintió que no tuvo el apoyo del país cuyas inversiones 
defendía.
Dos. A los pocos meses Vázquez acepta los buenos oficios del rey Juan 
Carlos. Pero en los doce meses sucesivos el canciller español dio varias 
señales de falta al menos del perfecto equilibrio que deben tener los 
mediadores.
Tres. Se puede decir que en España no se logró entender las profundas 
razones y sinrazones de cada una de las partes, única forma de que una 
gestión pueda arribar a buen puerto. No entendió ni la lógica argentina ni 
la lógica uruguaya. Y hasta cometió errores de forma, cuando el canciller 
español llamó por teléfono al presidente Vázquez, saltando por encima de las 
más elementales normas diplomáticas, porque en un solo acto desconoció al 
canciller uruguayo y rebajó el nivel del presidente.
Argentina no entendió a Uruguay ni Uruguay entendió a Argentina. Ambos 
cometieron un error muy frecuente en la política y más frecuente de lo 
debido en la diplomacia: analizar al otro de acuerdo a los valores, la 
cultura, la forma de ser y de pensar, el carácter y el temperamento de uno 
mismo. Tampoco el gobierno argentino ni el gobierno uruguayo entendieron que 
en la diplomacia (y uno diría en cualquier aspecto de la vida) la forma es 
tan importante como la sustancia (cuántas veces una discusión matrimonial 
comienza por: "no es lo que me dijiste, sino cómo me lo dijiste"); y en 
algunos episodios este aserto fue tampoco entendido por la cancillería 
española. A la confusión de ambos gobiernos del Plata contribuyó una 
confusión muy usual en estas latitudes: ambos son países con bastante 
semejanza en sus orígenes poblacionales y en su cultura, pero se olvida que 
sus valores, conductas y procedimientos son sustancialmente diferentes, y en 
muchos aspectos, opuestos.
Uruguay es un país que cree en el derecho, en la resolución de los 
conflictos a través de las normas y mediante la acción de los jueces. Lo 
cree y lo practica en lo interior pero además lo cree y lo practica en lo 
exterior, en este caso no sólo como una virtud sino como una necesidad: la 
apuesta al derecho es el arma más poderosa de los países pequeños. Y los 
uruguayos creen además que no hay entendimiento con ganadores y perdedores. 
Argentina cree poco en las normas y muchos menos en los jueces, y traslada 
al mundo la visión que tiene de sí mismo. Los argentinos creen en la fuerza 
y han desarrollado una cultura y una lógica del empleo de la fuerza, y 
además tienden a creer que cuando uno queda satisfecho en una transacción o 
negocio, es porque necesariamente el otro perdió.
De esto se derivan dos cosas. Una, que todo paso atrás de Uruguay fue 
invariablemente entendido por Argentina como un acto de debilidad. Dos, que 
Argentina reaccionó a la violación uruguaya del Estatuto del río Uruguay 
(que posiblemente hubo en el caso Botnia) con el apoyo o la tolerancia al 
bloqueo del puente, porque le parece natural reaccionar con la fuerza ante 
una ilegalidad sin esperar la decisión del juez y nunca entendió que un acto 
de fuerza es justicia por mano propia, absolutamente inaceptable para los 
uruguayos. Pero también se deriva que Uruguay no fue consecuente en este 
último tema, porque dio señales equívocas al negociar con su contraparte 
mientras el acto de fuerza se mantenía, sin que se produjese su cese como un 
acto de previo y especial pronunciamiento. En lo civil, laboral, comercial o 
internacional, no hay negociación ni mediación si primero no cesan los actos 
de fuerza. De paso, la naturaleza de la cosa no cambia porque se las llame 
de otra manera: lo de España fue una mediación y lo que hubo fue una 
negociación, aunque se le llamase diálogo.
Kirchner y sus allegados vieron este conflicto y lo manejaron con la lógica 
y los procedimientos de un conflicto interno argentino. Más aún, parece 
claro - y las palabras a los ambientalistas en Chile es un paradigma - que 
miraron siempre el tema en función de pérdidas y ganancias en la política 
interna. El inquilino de la Casa Rosada vio llegar al gobierno a un Tabaré 
Vázquez que antes de ser presidente había dado señales públicas de oposición 
a los emprendimientos celulósicos y sostiene - lo que es creíble - que el 
luego presidente uruguayo se comprometió a paralizar dichos proyectos. Se 
sintió engañado - no importa si con razón o sin razón - y reaccionó con la 
furia con que reacciona cuando se siente traicionado por un ex presidente, 
un gobernador o un intendente; y a esa furia sumó la furia de sentirse 
desobedecido. Porque sintió que le daba a Vázquez las mismas órdenes que al 
gobernador de Santa Cruz y trató de empujarlo como empujó al mandatario de 
su provincia. Y esa furia creció exponencialmente cuando el arma que siempre 
funcionó con cada uno de sus adversarios, esta vez no funcionaba.
De este lado se vieron entrampados entre la visión ideologizada y la razón 
de Estado. Por un lado el sueño de construir un Mercosur políticamente 
fuerte entre gobiernos amigos y de la misma ideología y por otro la realidad 
de un conflicto donde la contraparte jugaba claramente la razón de Estado. A 
lo cual se agrega la falta de una conducción única y una estrategia única en 
el conflicto, que la contraparte sí la tuvo. Así hubo pasos en falsos: la 
demanda ante La Haya, la oscilación entre política de consenso nacional y 
política presidencial, el no medir tiempos, oportunidades y lugares para 
endurecer o para ablandar.





Un abrazo escéptico y antinacionalista

C



"Lo más incomprensible de este universo es precisamente, que sea 
comprensible"
Albert Einstein
(Claro, esto lo decía Einstein)
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----- Original Message ----- 
From: "Josep Català" <jcatala en tecnopress.es>
To: "Lista Escépticos" <escepticos en dis.ulpgc.es>
Sent: Tuesday, November 27, 2007 5:22 PM
Subject: [escepticos] Los sudamericanos se escupitajean


> Por lo visto, el rey de Colombia ha ofendido al gorila de
> Venezuela. Por cierto ¿es o no Higo Chávez una muestra
> palpable de que la evolución (humana, al menos) puede ir
> hacia atrás?
>
> http://www.abc.es/20071127/internacional-iberoamerica/venezuela-llama-consultas-embajador_200711271627.html
>
> Saludos.
>
> Josep Català
>
> P.S.- ¡Epa! Dejo claro que no hago caso, para esta
> valoración, del incidente con el borbón es`pañol. Que
> esta es una cuestón en que hay mucha miga. Y mucha
> cara.
>
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