[escepticos] Izquierda y populismo

Tenebris gargantuario en gmail.com
Jue Dic 27 10:58:20 WET 2007


Remito a la lista un artículo de opinión, escrito por Ramón Jauregui
(ver ficha personal:
http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Diputados/BusqForm?_piref73_1333155_73_1333154_1333154.next_page=/wc/fichaDiputado?idDiputado=143)
en el periódico El Correo de fecha 25 de diciembre de 2007, sobre el
tema de Chávez, el populismo y el izquierdismo.

Saludos.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071223/opinion/izquierda-populismo-ramon-jauregui-20071223.html

Izquierda y populismo
Por: Ramón Jáuregui

La izquierda es popular por naturaleza. Pero la izquierda populista no
es izquierda. Es populismo de izquierdas. El contenido principal de
esa política es la retórica, la demagogia, el engaño masivo y 'de
izquierdas' es adjetivo del sustantivo populismo. Viendo dos noticias
de la Prensa estos días pasados, aclaramos con dos imágenes esta
pequeña disquisición conceptual. En una de ellas, Chávez, el
presidente venezolano, en el último mitin de su campaña para aprobar
un referéndum que afortunadamente ha perdido, anunciaba a voz en grito
la posible nacionalización de los dos grandes bancos españoles en su
país, si el Rey no se disculpaba con él. El mismo día, Lula,
presidente de Brasil, prometía a un millón de habitantes de la Favela
de Río, la legalización de sus pobres propiedades y la inversión de
15.000 millones de euros para llevar agua y saneamiento y accesos a
esas casas. Lula es de izquierdas y Chávez es un populista de
izquierdas que lo único que sabe de tan noble término político es su
ubicación física.

El incidente con el Rey de España sirvió a Chávez para hacer una
demagógica e hipernacionalista campaña en su dudoso referéndum,
democráticamente hablando. Pero, más allá de tan detestables recursos
para el engaño y el nepotismo, la pregunta es: ¿qué está haciendo este
hombre con su pueblo? ¿Cómo está aprovechando el precio del petróleo a
cien dólares, para modernizar Venezuela y colocarla en la
competitividad mundial? ¿En qué está invirtiendo un presupuesto
público que se ha multiplicado por tres en pocos años, por la
creciente entrada de petrodólares en las arcas públicas?
Lamentablemente y a pesar del crecimiento de la economía venezolana,
en gran parte impulsado por el incremento del consumo interior,
derivado a su vez del precio del petróleo, todas estas preguntas y
otras muchas tienen una misma respuesta: nada serio se está haciendo.

No quiero creer que el staff político del país está corrompido.
Escucho a directivos de empresas que trabajan allí contar cosas
demasiado graves y paso sobre ellas porque no tengo datos suficientes
como para darles carta de naturaleza. Supongamos que no, que se trata
de un país sin corrupción y analicemos ahora su política. No se
conocen grandes apuestas de inversión pública por modernizar sus
infraestructuras. No se están mejorando los sistemas educativos y
universitarios para tener gente cualificada capaz de producir
competitivamente en el mundo. No se atraen empresas y con ellas
capitales y tecnologías con las que asentar un tejido productivo que
genere empleo. No se plantean políticas de reforma fiscal para hacer
que paguen quienes no lo hacen y que paguen más quienes más tienen. El
petróleo sigue siendo el 80% de los ingresos públicos. No, nada de
todo eso que es izquierda, se está haciendo. Quizás se reparten
subsidios a los más pobres, que acaban produciendo un consumismo
exagerado en la ciudad de Caracas donde se agotan los televisores de
plasma y el whisky, pero, me pregunto ¿es eso socialismo? ¿Qué es la
revolución bolivariana sino un nacionalismo barato y del pasado,
basado como todos los nacionalismos, en la exaltación demagógica de
virtudes colectivas y la culpabilización mentirosa de todos los males
al enemigo exterior? Chávez reparte sus excedentes generosamente a
Cuba, a Nicaragua y a Bolivia y busca así ejercer de gran líder
revolucionario de lo que llama ampulosamente socialismo del sigo XXI.
Es penoso que a eso se le llame izquierda.

Lula era un sindicalista y ganó el poder con su partido de izquierda
-el partido de los trabajadores- en Brasil, hace ahora seis años.
Brasil tiene enormes bolsas de pobreza a lo largo de un país inmenso y
desigual. Pero Lula ha tenido muy claro, desde el primer día, que el
futuro de su inmensa población (cerca de 190 millones de habitantes)
pasa por cambiar el viejo modelo económico de Latinoamérica
consistente en exportar al mundo materias primas e importar tanto o
más de productos de consumo, empobreciendo así al país, al tiempo que
expulsan los capitales hacia fondos financieros en países estables y
negocios de inversión rentables. Lula está construyendo un país
moderno, creando confianza en el sistema financiero nacional e
internacional, atrayendo a capital y empresas multinacionales, al
tiempo que asegura una macroeconomía saneada en crecimiento de PIB y
empleo. Su prolongada apuesta por la suficiencia energética, ya sea
con el bioetanol o con la búsqueda de petróleo y gas, ha sido
recompensada además con el descubrimiento de una inmensa bolsa de
hidrocarburos en el océano, a más de trescientos kilómetros de Sao
Paulo, en la costa sur brasileña, a más de dos mil metros de
profundidad, bautizada con el nombre de Tupí. No es de extrañar por
ello que Lula, emocionado ante tal hallazgo, exclamara en la cumbre
chilena de Latinoamérica del pasado noviembre en la que anunció tal
descubrimiento: «este hallazgo prueba que Dios es brasileño».

Pero Lula está haciendo esta política pragmática con discreción y
sentido del tiempo y del espacio en el que vive. Para empezar ha
reforzado la democracia y sus reglas, huyendo de toda tentación de
abuso y nepotismo del poder, cortando de raíz los escándalos de
corrupción de su partido al comienzo de su mandato. Además ha aplicado
con éxito programas de redistribución social muy notables:
'hambre-cero' o 'bolsa-escuela' y está reforzando su poderío militar,
consciente del papel estratégico de su defensa y de sus funciones como
árbitro internacional en el cono sur latinoamericano. Ha ganado
limpiamente sus segundas elecciones democráticas y puede muy bien
ganar las próximas, dando así continuidad a este ambicioso proyecto.

Ustedes perdonarán la referencia, pero a mí, Lula me recuerda mucho al
Felipe González español de los ochenta. Aquél que tenía que consolidar
la democracia después del golpe de Estado de Tejero, hacer la
reconversión industrial, modernizar la economía del país, entrar en
Europa y hacer las autonomías, entre otras muchas urgencias. Fue
durísimo pero fueron aquellos años los que aseguraron el progreso de
España con crecimientos del 6% del PIB cuando ingresamos en la UE en
1986. Nada de todo lo mucho y bueno que hemos hecho en los noventa y
del espectacular progreso español desde hace más de diez años, habría
sido posible si en aquellos decisivos años hubiéramos mirado hacia
otro lado ante los problemas de la economía española y nos hubiéramos
dejado deslizar por la tentadora y peligrosa rampa del populismo.

Yo creo que eso es política de izquierdas. Aceptar el libre mercado en
el terreno económico es obligado porque no hay alternativa ideológica
conocida al funcionamiento y al progreso económico en la
globalización. Lo que hemos conocido como modelo de nacionalización y
planificación estatal, ha fracasado como es bien sabido. La izquierda
necesita una economía en crecimiento y pleno empleo para hacer posible
su proyecto redistribuidor de justicia e igualdad de oportunidades.
Algunos desprecian la tarea transformadora del modelo socialdemócrata
de redistribución, pero no se han conocido sociedades más justas en
libertad, más iguales en oportunidades y más protegidas contra la
exclusión. Basta salir de Europa para verlo y sufrirlo.

Volviendo al principio. Latinoamérica es un enorme continente, desde
Río Bravo hasta Bariloche, lleno de necesidades y de oportunidades.
Con unas poblaciones castigadas por el fracaso de la política y de sus
políticos a lo largo de decenios. Más de doscientos millones de
personas con pobreza extrema, enormes desigualdades sociales, casi
ochenta millones de seres sin servicio de agua corriente. Pero al
mismo tiempo unas generaciones de gente joven, preparada y con ganas
de trabajar y salir adelante. La pregunta es con qué política, con qué
modelo económico, con qué líderes. Lula es la esperanza de una
izquierda que ha ganado la mayoría democrática de esos países. Lula es
la izquierda posible. Lo otro, es verborrea demagógica. Es populismo y
mentira.

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Saludos escépticos desde Bilbao.
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Pedro Luis Gomez Barrondo
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